Trump arrancó su segunda presidencia con un giro importante en la política norteamericana, ya anunciado parcialmente durante la campaña electoral. Su consigna “Negociación desde una posición de fuerza” se concretó en el uso del “arma” arancelaria. Es un arma fuerte porque EEUU dispone de un gran mercado interno hacia donde fluye el 20% de las exportaciones europeas y más del 15% de las exportaciones chinas, por lo que como diría Trump, tiene buenas “cartas” de su lado cuando de imponer aranceles se trata.
El aspecto económico de esta política está destinado a reducir el déficit comercial que año tras año impulsa el crecimiento de la deuda de EEUU. También pretende reducir alrededor de 1 billón de dólares el déficit fiscal, recortando los beneficios sociales del presupuesto estatal y reduciendo la planta de empleados, tarea que está a cargo de Elon Musk y su departamento DOGE.
La imposición de nuevos y más altos aranceles, cumpliría la función de eliminar el déficit comercial (de alrededor de 1,2 billón de dólares). Pero los aranceles actúan como un arma de negociación más amplia, que busca reimplantar una relación de fuerzas comercial a nivel internacional que se había ido perdiendo con el declive norteamericano.
La aplicación de los aranceles inducirá una recesión en EEUU, a partir de la cual Trump quiere obligar a la FED a bajar las tasas de interés con el objetivo renegociar su abultadísima deuda externa en mejores condiciones. Como dijimos en la nota editorial del Manifiesto Internacional 14: “En EEUU el déficit fiscal creció de 6,2 a 6,4% del PBI (1,833 billones), muy por encima del 3,7% histórico, por lo que seguirá aumentando su deuda pública que alcanza a un 122% del PIB (con un PBI de casi 28 billones y una deuda 35 billones), pero que llega al 250 % del PBI (70 billones) si se considera la deuda total.”
Muchos comentaristas plantean que esta es una crisis autoinducida por Trump. Con ello quieren minimizar la gravedad de la crisis que ya existe en la realidad, en forma de crisis de la deuda de EEUU, y de burbuja especulativa y tecnológica, y por eso Trump estuvo obligado a actuar. La caída estrepitosa de la cotización de Nvidia cuando apareció la competencia de la IA China Deepseek -como reconoció Trump- fue una advertencia de las dificultades existentes en ese sector de importancia fundamental.
Pero junto con el endeudamiento interno de las familias (en tarjetas de crédito e hipotecas) y las empresas privadas, de las cuales hay más de un 20% a las que se las considera zombies, es decir, que subsisten apenas para pagar sus deudas con nuevos créditos y que están a punto de colapsar, EEUU tenía este año vencimientos de su deuda externa (en bonos del tesoro) por la impresionante suma de 9,2 billones de dólares.
Larry Fink, el director ejecutivo de BlackRock, “advirtió que el crecimiento de bitcoin y el descontrol de la deuda en Estados Unidos podría poner en riesgo la hegemonía del dólar como moneda de reserva global.” (La Nación, 1/4/25)
Por eso, la política de Trump no tiene nada de “locura”, sino que es una respuesta a la crisis interna de su propio país, indisolublemente vinculada a su crisis como potencia hegemónica mundial en declinación.
Europa en crisis y embretada
La situación de Europa es consecuencia de la lucha que EEUU ha emprendido desde hace por lo menos una década. Ya durante su primer mandato, Trump chocaba con Alemania (impuso aranceles al acero y aluminio procedentes de la Unión Europea) y trataba de evitar que estrechara relaciones con Rusia (*). Luego Biden tuvo la política de arrastrar a Europa a la guerra contra Rusia en Ucrania y con ello la empezó a hundir. Los métodos fueron diferentes pero el objetivo era el mismo.
Y ahora es Europa, en especial Alemania, la que está muy golpeada por las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania. No solo por la cantidad de millones de euros que han aportado y se han esfumado en el campo de batalla, sino porque las sanciones económicas impuestas al régimen de Putin la han afectado mucho y sobre todo porque han perdido la provisión de gas abundante y barato que provenía de Rusia. Como consecuencia, la gran mayoría de Europa sigue por el camino de Alemania que ya hace dos años que está en recesión.
Ante la imposición de aranceles, la Comisionada Ursula von der Leyen, manifestó la voluntad europea de negociar. Tan entregada está la Unión Europea que estas negociaciones se están desarrollando no por medio de sus autoridades formales sino a través de la primer ministro italiana Giorgia Meloni, que es cercana políticamente a Trump. Es que la suba de los aranceles se viene a sumar al anterior anuncio de Trump de la reducción de la asistencia militar a Ucrania obligando a los miembros europeos de la OTAN a que eleven su aporte a esa entidad militar, además de recurrir al endeudamiento “soberano” aumentando sus gastos militares para emprender rápido un reame bajo el supuesto de una guerra directa contra Rusia.
El objetivo principal es derrotar a China
Aunque la imposición de aranceles es generalizada, evidentemente se dirigen principalmente contra China.
La politica arancelaria de Trump tiene como objetivo principal alterar por medios económicos coercitivos las relaciones de fuerzas internacionales. Los aranceles son una bomba neutrónica que quiere liquidar en particular a China, que ha emergido como una potencia imperialista, la única que está en condiciones de disputarle a EEUU el mercado mundial. Trump quiere cortarle toda posibilidad de expansión imperialista y colocarla como una potencia subordinada. Quiere revertir el avance que China ha conseguido en los últimos años en América latina e imponerle condiciones a Europa para que ponga límites a su relación con la potencia asiática. Para EEUU es fundamental conseguir que Rusia se distancie de China, pero este objetivo lo busca no por medio de la presión arancelaria sino a través de las negociaciones para un acuerdo por Ucrania.
El problema para Trump es que mientras Europa entró en un estado de crisis y deliberación sobre cómo responder a la imposición arancelaria, China avisó que “va a luchar hasta las últimas consecuencias” y respondió inmediatamente palo por palo imponiendo aranceles recíprocos a las importaciones provenientes de EEUU, y abriendo negociaciones para aumentar el intercambio comercial con Japón y Europa.
EEUU no va a ceder su hegemonía sin luchar por todos los medios
No es que Trump viene a romper la globalización impulsado por una concepción ideológica. Es la crisis provocada por la globalización la que hace emerger a elementos nacionalistas reaccionarios como Trump. La globalización demostró sus límites en la crisis general de 2008 y durante la pandemia. Pero lo que marcó su fin fue la comprobación de parte de EEUU, de que con ella se estaba fortaleciendo China. La liquidación de la globalización comenzó bastante antes de los aranceles de Trump. Comenzó con el giro al sudeste asiático de Obama, continuado en el primer mandato de Trump, y con la preparación para una guerra contra China encarada por Biden, cuyo prólogo fue la guerra en Europa.
Globalización o proteccionismo no son “modelos” que se puedan elegir indistintamente como quien va a una casa de ropa y elije el saco que más le gusta.
La intervención estatal de la etapa del “Estado de bienestar” y el neoliberalismo son las formas que adoptó la acumulación imperialista en dos situaciones distintas de la economía mundial. La primera sólo fue posible en el auge prolongado durante la segunda post guerra. El neoliberalismo fue la respuesta a la crisis de los años 70. La globalización fue la consecuencia de la restauración capitalista en los ex Estados Obreros que produjo una gran ampliación del mercado mundial con un aumento considerable de la tasa de ganancia para el capital imperialista.
Esta ofensiva de Trump es la consecuencia de la crisis de la globalización que había llegado a un techo dentro de la estructura capitalista mundial ya en 2008. La globalización era una tendencia a la mayor socialización de la producción que entró en flagrante contradicción con los estados nacionales, y en particular con el propio EEUU. Pero, así como no se puede retroceder al capitalismo de la libre competencia, tampoco se puede retroceder al capitalismo preimperialista encerrado en el estado nacional. No se puede volver a meter al genio en la lámpara. En todo caso proteger sectores claves de la producción o buscar que regresen a los Estados Unidos, es una cuestión importante como preparativo de guerra. Pero no busca un aislacionismo nacional, imposible de conseguir para la primera potencia mundial.
No se trata de una discusión “académica” para la burguesía imperialista yanki. Se trata de una lucha por mantener la hegemonía, de revertir el declive norteamericano, para ellos se trata de “hacer grande a América de nuevo”. Trump tal vez crea que puede conseguirlo presionando a China y a Europa, por medios económicos coercitivos. Pero China es demasiado fuerte como para retroceder. Si lo hiciera afectaría su actual estabilidad social y provocaría una crisis en el aparato del estado. Hasta el momento ha aceptado el desafío, lo que promete desatar una escalada en la crisis mundial.
Un rodeo en el camino de la guerra mundial
El problema de fondo es que hay una nueva relación de fuerzas económica entre las potencias que se disputan el mercado mundial. EEUU declina, Europa está en crisis y China ha emergido como la potencia más dinámica y en ascenso. Para mantener su hegemonía EEUU tiene que someter a China. A diferencia de los demócratas que ya se habían lanzado por la vía de los preparativos directos para un enfrentamiento militar global, Trump ha querido dar un rodeo, imponiendo un mayor sometimiento a los países semicoloniales y nuevos términos de intercambio a Europa, en un intento de recuperar fuerzas para someter a China. Pero eso ya no va a ser posible por medios económicos o arancelarios. China se ha convertido en el principal socio comercial de más de 150 naciones y representa hoy cerca del 15 % de las importaciones mundiales, aproximadamente el mismo porcentaje que Estados Unidos.
El rodeo arancelario de Trump terminará en el mismo camino hacia la guerra mundial que llevaban los demócratas, ya que no se puede volver a “hacer grande a América de nuevo”, por medio de maniobras económicas, por más gestos grandilocuentes que haga Trump. La alternativa a un enfrentamiento militar sería seguir cayendo en la decadencia y perdiendo peso en el mercado mundial, arriesgándose a perder totalmente la hegemonía hoy cuestionada. Pero EE-UU es demasiado grande todavía y tiene mucha potencia militar para aceptar esa posibilidad. El mercado mundial es demasiado estrecho para las actuales potencias que se lo disputan, y por eso la economía desde 2008 ha entrado en un callejón sin salida. Y como diría Trotsky solo una tremenda explosión histórica puede dar salida a esta crisis: el triunfo de la revolución socialista o una tercera guerra mundial.
La guerra comercial de Trump amenaza hundir la economía en una recesión y agitar la lucha de clases
Las previsibles consecuencias inmediatas son una alta probabilidad de que, al mismo tiempo que suba la inflación, se desencadene una recesión general (1). De allí la reacción negativa de las bolsas a nivel mundial, con caídas en Wall Street del orden del 15% en lo que va del año. Esto viene a confirmar que esta política “proteccionista” de Trump agravaría la situación económica general y con ello pondría sobre la mesa como única salida la opción militar que supuestamente Trump rechazaba en su campaña electoral.
Tras tensar la cuerda al máximo el miércoles 9/4 Trump estableció una tregua de tres meses para todos los países que fueron afectados por la escalada arancelaria, salvo para China a quien se lo terminó aumentando hasta el 245%, dejando para el resto un piso del 10%. Trump aseguró que 75 países ya iniciaron conversaciones para renegociar el esquema recíproco de barreras arancelarias.
El sabado 5/4 Trump-Musk ya tuvieron la primera respuesta de los trabajadores y el pueblo norteamericano, con una manifestación multitudinaria que se realizó simultáneamente en 1200 ciudades, pueblos, establecimientos, etc. En total se calcula que se movilizaron alrededor de 500 mil personas, siendo las manifestaciones más numerosas las que se produjeron en Washington, Baltimore, Boston, Chicago, Seattle, Nueva York, Los Ángeles, Filadelfia, Detroit y Minneapolis.
Seguramente no pasará mucho tiempo antes de que los trabajadores europeos reaccionen ante el ajuste que imponen los gobiernos imperialistas camuflados con la propaganda de sostener la defensa nacional por una hipotética guerra contra Rusia. Los trabajadores y estudiantes griegos realizaron el 9 de abril una manifestación y huelga de 24hs, la tercera en algo más de tres meses, tanto para el sector público como en el privado exigiendo aumentos salariales y medidas contra la carestía general.
La ofensiva antiobrera por parte de los gobiernos imperialistas, en el marco del agravamiento de la crisis no pasará sin respuesta por parte de la clase trabajadora. Para esa situación debemos prepararnos impulsando un reagrupamiento revolucionario sobre la base de los principios fundacionales de la IV Internacional, empezando por reivindicar las tesis leninistas sobre el carácter de la época y la politica revolucionaria en relación a la guerra interimperialista.
Antonio Bórmida, 18/4/25
- “Todos los aranceles previstos elevarían la tasa arancelaria estadounidense a más del 20% en apenas unas semanas, la más alta desde antes de la Primera Guerra Mundial… “los costos de estas medidas son enormes: cubren 1,3 billones de dólares en importaciones estadounidenses o aproximadamente el 42% de todos los bienes que ingresan a Estados Unidos, o el aumento arancelario más grande desde la infame Ley Smoot-Hawley de hace casi un siglo.
…Lejos de que la andanada de aranceles de Trump “haga que Estados Unidos vuelva a ser grande”, tiene todas las posibilidades de llevar a la economía estadounidense a una recesión y a las otras economías principales con ella. Reducirían el crecimiento del PIB real de Estados Unidos en un 0,6% este año. La Cámara de Comercio Internacional en Estados Unidos está tan preocupada que calculó que la economía mundial podría enfrentar un colapso similar a la Gran Depresión de la década de 1930 a menos que Trump dé marcha atrás en sus planes.”
(*) Ya en 2018 en el documento del IV Congreso del PCO escribíamos: “Como explicamos en una nota de LCO, este [el sudeste asiático] es uno de los tres frentes principales de conflicto en los que EE-UU está presionando en su disputa por el mercado mundial. El otro sería Ucrania, la frontera occidental de Rusia y el gasoducto Nordstream 2, tratando de quebrar la relación entre Alemania-Francia con Rusia.”