Donald Trump en su segundo mandato ha dado un giro en la manera de abordar el escenario mundial y así mismo ha cambiado respecto a Venezuela.
El chavismo nunca ha sido el gobierno que quisiera EEUU para Venezuela porque no termina de ajustarse fielmente a los intereses de la potencia imperial, además que recientemente abrió puertas a relaciones con sus rivales comerciales y políticos como son China, Irán, Rusia entre otros. EEUU para intentar romper y castigar estas relaciones ha respondido con sanciones como: congelación de activos, órdenes de capturas, suspensión de visado tanto a funcionarios como a instituciones venezolanas, como el BCV y PDVSA, intentado ahogar al gobierno al punto de provocar su sustitución. Estas medidas no dieron los resultados esperados y fueron desechadas por el gobierno de Biden, quien avanzó en recomponer las relaciones, aligerar las sanciones con el correspondiente esfuerzo del chavismo en convertirse en el mejor agente posible para los intereses de los EEUU.
Entre Venezuela y EEUU el tema petrolero sigue siendo el tema de principal interés. Históricamente, Venezuela ha sido considerada un abastecedor seguro para EEUU desde el mismo inicio de la explotación petrolera en el país. A pesar del bajón en la producción petrolera y las relaciones entre ambos países hoy día el petróleo venezolano representa el 3,5% de las importaciones totales de crudo de EEUU, siendo el cuarto proveedor, pero más importante aún, representa el 13% del petróleo importado para las refinerías de la costa del golfo de EEUU.
Si bien la relación entre EEUU y Venezuela se vio golpeada en los últimos años en los cuales China pasó a ser el primer comprador de petróleo venezolano, esta situación ha venido cambiando con la concesión dada a Chevron y otras empresas por parte del departamento del tesoro norteamericano. Durante el primer mandato de Trump las sanciones hacia la economía venezolana motivaron un aumento importante del intercambio China-Venezuela al punto de convertirse China en el principal socio comercial entre los años 2018 y 2022. Con la política del gobierno de Biden, los EEUU buscó darle un giro a esta situación, aligerando las sanciones y otorgando licencias para comercialización petrolera a Chevron, dando como resultado que para el año 2024 el intercambio comercial con EEUU llegase a 10.200 MM$ mientras el intercambio con China a 6.401 MM$ volviendo EEUU a ser el socio principal.
A pesar de esa ventana favorable a China en un período corto de tiempo, la relación Venezuela-EEUU posee aspectos cualitativos que generan una dependencia mayor. Esta radica en el hecho de que las importaciones involucran petróleo refinado y tecnología industrial, de la cual el país sigue siendo dependiente, mientras que, desde China las importaciones son principalmente electrodomésticos y productos de consumo masivo, otorgándole un mayor peso al intercambio estadounidense en aspectos económicos y políticos.
En el segundo mandato de Trump, y desde antes de llegar al poder, su discurso hacia el gobierno de Maduro cambió, siendo mucho más comedido respecto a lo que anteriormente era una andanada de ataques contra el chavismo como fueron: las sanciones, el reconocimiento de un presidente alterno, el financiamiento de la oposición y una ofensiva de micrófono que obligó al chavismo a buscar otros mercados y destinos para la producción petrolera. En la era Trump 2, las declaraciones sobre Maduro son menores, no hay un reconocimiento hacia Edmundo González, quien tendría el papel de presidente alterno, ni apoyo, al menos abierto, al liderazgo actual de la oposición.
El cambio en la manera de abordar el tema Venezuela, forma parte del reordenamiento de la ofensiva de la burguesía norteamericana a través de Donald Trump quien intenta cambiar las reglas de juego en un escenario mundial que no les favorece o no hace lo suficiente por ellos en su enfrentamiento comercial con China. En el escenario mundial, Venezuela solo tiene para ofrecer petróleo y algunos minerales importantes pero cuya explotación es marginal frente a los hidrocarburos. Al parecer Trump, dándole continuidad a la política de Biden, ha entendido que, aunque el chavismo no es el gobierno que quisieran, es el que por ahora le garantiza condiciones de gobernabilidad para un abastecimiento petrolero constante.
En el nuevo redimensionamiento de las relaciones EEUU-VENEZUELA, Trump 2 comenzó con el envío de un funcionario de alto nivel para establecer acuerdos que aún hoy son desconocidos por la población, pero cuyos resultados se dejan ver. Lo primero fue un reconocimiento a Maduro, con la presencia del enviado Richard Grenell en Miraflores, además del establecimiento de una vía de comunicación, que durante la era Trump 1 no existió, la liberación de ciudadanos estadounidense presos en el país y la activación de vuelos de deportación desde EEUU. Pocos días después, Trump sorprende anunciando la suspensión de la licencia que permite la explotación petrolera de Chevron en el país, lo que sería un fuerte golpe a los ingresos que administra el chavismo. Entre las razones argumentadas por Trump para darle curso a la suspensión están, un reclamo sobre estadounidenses detenidos en Venezuela, de los cuales poco o nada se sabe, la falta de garantías electorales y el incumplimiento del acuerdo de recibir a los venezolanos deportados.
La amenaza de la eliminación de la licencia de explotación de Chevron la consideramos parte de la táctica que usa Trump a la hora de negociar, para hacerlo en un escenario más favorable no solo con Maduro sino con la mismísima Chevron que está en conversaciones para la renovación de su licencia.
No conocemos los términos de la negociación con Chevron pero con Maduro, la presión se ha hecho más intensa en la exigencia de un recibimiento continuo y constante de inmigrantes deportado; exigencia acompañada por el envío de venezolanos a cárceles en Guantánamo y El Salvador en clara violación del orden jurídico internacional añadiendo más presión al asunto.
El gobierno de Maduro, ante la amenaza trumpista ha respondido con un escueto reclamo, más interesado en evitar la reacción de Trump que en rescatar algo del discurso antiimperialista del cual ya nada le queda. En el comunicado del chavismo disculpan a Trump, con la explicación inverosímil que todo ha sido tramado por la oposición venezolana, como si esta última pudiese tener un peso sobre las decisiones de la potencia imperial. Luego hace notar con motivo de orgullo, que Chevron, la transnacional imperialista de petróleo, tienen 100 años funcionando en Venezuela y que si fuera por ellos durarían 100 años más. También se apura en activar los vuelos de deportación de manera más constantes para satisfacer las exigencias de Trump y anuncia para el país el lanzamiento del plan de independencia productiva absoluta. Respecto a este último, Maduro no muestra ningún tipo de contenido ni proyecto de acción, es en realidad una consigna vacía para solo tener algo que contestar a la medida de sanciones.
Finalmente, el departamento del tesoro norteamericano extendió la licencia de Chevron por un mes más, pero añadiendo nuevos términos, como excluir a otras empresas que se beneficiaban con la licencia como eran: REPSOL (España), ENI (Italia), Global Oil (EEUU) y Reliance (India), siendo esto un ataque a sus rivales comerciales. Además, estos términos están acompañando con aranceles del 25% a cualquier país que compre petróleo o gas venezolano. De esta manera busca hacer dependiente a Venezuela de una única y exclusiva vía de comercialización petrolera a través de Chevron y así intentar echar de lejos a cualquier pretensión de abastecer a su rival comercial chino.
El chavismo con Maduro como su líder actual, ha buscado ser el agente ideal para las grandes transnacionales, su apertura hacia otras potencias como China es un acto que la potencia imperial busca resolver. La presión de Trump sobre Maduro es para colocar bajo su control total los recursos venezolanos ante una futura confrontación global. Mientras tanto, Maduro crea las condiciones en el país para procurar generarles el mayor beneficio posible. El trabajo de Maduro en Venezuela ha implicado, por ejemplo, dejar de lado el ordenamiento jurídico medio ambiental, dejándolo sin efecto en las zonas especiales económicas para que las trasnacionales saqueen destruyendo espacios ecológicos protegidos, como el desastre ecológico que se produce en el arco minero del Orinoco.
También han tomado medidas para disminuir la permisología necesaria para el establecimiento y operación de actividades comerciales por parte de empresas extranjeras en el país, así como la destrucción de los derechos de los trabajadores entregándoles en total indefensión a la explotación de las empresas nacionales e internacionales.
Los trabajadores han perdido su derecho a medidas mínimas de seguridad en el trabajo, han perdido beneficios económicos que complementaban su salario, han perdido el salario al punto de ser prácticamente el más bajo del mundo y lo más importante han perdido sus organizaciones sindicales y el derecho a realizar acciones de lucha.
El gobierno de Maduro avanza en entregar los recursos naturales, industriales y humanos del país a los intereses del gran capital y responde con represión a cualquier asomo de luchas que se presente en el país.
La clase trabajadora no puede albergar esperanzas que en manos del chavismo pueda mejorar su situación. Sus intereses están de lado de las grandes transnacionales y el imperialismo norteamericano o chino. Las posibilidades de mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora venezolana, residen en la capacidad de lucha que tenga para pelear hoy por sus derechos y luego por un gobierno de los trabajadores. La correlación de fuerzas no nos favorece y la tarea, aunque difícil, es reconstruir nuestras organizaciones de lucha y defender nuestros derechos en cada espacio que sea posible. El derecho a un salario digno, el derecho a la sindicalización, el derecho a las elecciones en los centros de estudio, el derecho a la seguridad industrial, a las contrataciones colectivas, no podemos dejarlos de lado, nuestras demandas reivindicativas debemos defenderlas desde cualquier espacio como una tarea urgente hoy.
CSR- El Topo Obrero, 10/4/25