A fines de 2023 hemos corregido nuestras caracterizaciones respecto de Rusia y China. Esto ha sido consecuencia de cambios que se produjeron en la realidad, y de discusiones con otras organizaciones, que motivaron nuestra reflexión acerca de nuestras posiciones anteriores.
En relación a Rusia hemos especificado que, si bien desde el punto de vista de su estructura económica se lo puede caracterizar como un país “intermedio”, con una estructura productiva más cercana a la semicolonia que a la imperialista, con inversiones provenientes de países imperialistas (Francia; Alemania e Italia) en sus finanzas e industria, en el aspecto militar tiene un desarrollo sobredimensionado y un poderío nuclear comparable al de EEUU heredado de la URSS, que le permite al gobierno de Putin actuar de manera independiente e imperialista sobre su periferia geográfica, argumentando razones defensivas ante la incorporación de países fronterizos a la OTAN. Rusia ha extendido su influencia militar de manera indirecta al Africa, a través de las contratistas militares (Wagner). Pero también tiene un peso fundamental en Siria y el Cáucaso, además de que ha extendido su “brazo” militar y energético a Venezuela.
China, por su poderío económico es una potencia global que en su relación con varios países extiende sus tentáculos imperialistas, con inversiones en busca de obtener un control monopólico que le permita abastecerse de las materias primas necesarias para su aparato productivo estatal, pero también para abastecer a la gran cantidad de empresas extranjeras instaladas en su territorio.
En el documento que escribimos en 2014 hemos subvalorado la capacidad del gobierno del Partido Comunista para actuar de manera independiente. Decíamos que sólo bajo la dictadura del proletariado se podría obtener una independencia real del imperialismo. (lo cual es correcto, aunque siempre relativamente porque la economía es mundial), y que si bien China bajo la dictadura de la burocracia pequeñoburguesa maoísta, expropiadas la burguesía y el imperialismo se transformó en un Estado obrero independiente, luego durante el proceso de restauración capitalista había abierto las puertas -al principio lenta y cuidadosamente- a las inversiones imperialistas, las que después ingresaron en aluvión por esas puertas a partir de los primeros años de este siglo, constituyendo un factor de fuerte dependencia del imperialismo para la economía nacional. Lo que no vimos es que, a pesar de que se formó una burguesía estrechamente relacionada al capital imperialista, responsable del 40% de las exportaciones chinas y de las tasas altas del crecimiento del PBI, el control político del régimen marcadamente bonapartista seguía en manos del Partido Comunista, apoyado en la industria estatizada, las finanzas estatales y en las FFAA (EPL). Un bonapartismo reaccionario, que se consolidó después de haber aplastado a las masas en Tien-An-Men, por lo que pudo ofrecer como ventaja comparativa de su país la mano de obrar barata y disciplinada de su clase trabajadora. Algunos apologistas del regimen chino dijeron que se trató de una NEP, como la que se realizó por necesidad en un momento de la revolución rusa, todavía bajo la dirección de Lenin y Trotsky. Pero este no era el objetivo de la burocracia pequeño burguesa china, sino abrir paso a la restauración capitalista controlada, al enriquecimiento de la burocracia y a su transformación en burguesía, pero manteniendo firme el control del aparato estatal desde donde podría manejar el desarrollo económico y el reparto de las ganancias con el imperialismo.
Es decir, lo que le ha permitido al régimen chino del PC sostener un margen importante de independencia política del imperialismo durante décadas, tras la restauración capitalista, es que China ha sido un Estado obrero (burocrático, deformado), surgido de una revolución que expropió al imperialismo y a la gran burguesía, es decir, que su economía estaba estatizada. La unidad de la burocracia del PC con las FFAA -constituyendo un férreo régimen bonapartista- le permitió a la burocracia realizar una restauración controlada manejando conscientemente el grado de penetración imperialista a fin de no perder el control político del Estado, convirtiéndose la burocracia pequeñoburguesa en clase burguesa dirigente y manteniendo bajo control estatal sectores estratégicos de la economía que garanticen la fortaleza del Estado. Las inversiones imperialistas fueron utilizadas por el régimen del PC y las FFAA, en un factor de desarrollo para la economía, creciendo a “tasas chinas” y en dos décadas transformándose en una potencia económica mundial.
Esto confirma lo que escribió Lenin en “El imperialismo…” (*), acerca de que las inversiones imperialistas empujan el crecimiento en los países atrasados y se encuadra en la teoría del desarrollo desigual y combinado (**). A su vez revela la esquemática interpretación de algunas corrientes postrotskistas acerca de que las FFPP se habían estancado de manera absoluta desde 1914.
Uno de los principales argumentos contra la posibilidad de que China se transforme en imperialista es que, en el marco de una economía capitalista imperialista en decadencia es imposible que surjan nuevas potencias imperialistas. En el marco de la crisis y de un mercado mundial que se achica, no hay lugar para el surgimiento de nuevas potencias. Pero es un argumento muy esquemático, contrario al pensamiento dialéctico. Que la economía imperialista está en decadencia, es un concepto de escala histórica, pero no significa ni que las FFPP estén completamente estancadas como lo prueba la historia económica desde 1900 en adelante, ni que no pueda haber un importante desarrollo de las FFPP en uno o varios países.
El crecimiento económico de China es innegable, siendo responsable de la producción de un 16% del PBI mundial, contra 24% de EE-UU y 20% de la UE. Lo que EE-UU declinó en los últimos 50 años, China creció en los últimos 30 años. De conjunto, en el transcurso de la época imperialista la economía creció, aunque a un ritmo declinante, tendiendo en los últimos 15 años al estancamiento y la depresión. Esto significa que, no sólo no hay lugar para el surgimiento de nuevas potencias, sino que sobran. Pero eso no significa negar el crecimiento económico que ha tenido China, sino que es lo que explica que ese desarrollo choca contra el resto de las potencias imperialistas, principalmente con la todavía dominante, pero en declinación que es EE-UU. La conclusión que de ahí se desprende para nosotros es que estos cambios en las relaciones de fuerza en el mercado mundial se dirimirán en una próxima tercera guerra mundial.
“El capital financiero y los trusts no atenúan, sino que acentúan las diferencias en el ritmo de crecimiento de los distintos elementos de la economía mundial. Y cuando la relación de fuerzas ha cambiado, ¿de qué otro modo, pueden resolverse las contradicciones bajo el capitalismo, sino por la fuerza? (….) ¿Qué otro medio que no fuera la guerra podía existir bajo el capitalismo para superar el desequilibrio entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la acumulación de capital, de una parte, y el reparto de las colonias y “esferas de influencia” del capital financiero, por otra? (ídem, 122).
Salvo que una revolución socialista internacional impida la guerra, o que triunfe en alguno de esos países, será el resultado de la guerra el que determinará si China y Rusia se consolidarán como nuevas potencias imperialistas o serán semicolonias de los Estados vencedores.
La economía capitalista entró en su fase imperialista a comienzos del siglo XX. La decadencia del capitalismo propia de esta fase no impidió que se fueran modificando las relaciones de fuerza entre potencias imperialistas y que surgieran otras nuevas como explica Lenin en su folleto sobre “El imperialismo…”. De otra manera no se entiende por qué la OTAN acorrala a Rusia y porque los cañones del imperialismo anglosajón y sus aliados apuntan contra China. Lo que nosotros no creemos es que se puedan transformar en imperialistas de manera lineal y evolutiva, pero si puede ocurrir ese cambio, ese salto de cantidad en calidad, como consecuencia de una guerra, si de esta guerra resultara triunfante una alianza que tuviera como eje a China y Rusia.
En general vemos muchas interpretaciones esquemáticas, y de algunas de ellas no estuvimos exentos. Pero nosotros hemos entendido que es un gran error lo que plantean algunas corrientes postrotskistas (por ejemplo, “el morenismo”) que creen que desde 1914 se ha estancado de manera absoluta el desarrollo de las fuerzas productivas. Lenin no tenía esa concepción. Trotsky afirmó que esa era la situación en 1938, pero esto no significa una definición “suprahistórica”, como queda en claro si se lee e interpreta correctamente el conjunto de sus escritos. Lo que explica Trotsky es que en la época imperialista no se trata de un crecimiento mecánico, lineal o cíclico, a lo “Kondratiev”, sino que está estrechamente vinculado y condicionado por la lucha de clases, incluyendo particularmente las guerras y las revoluciones.
Si hubiera estancamiento permanente no podría haber modificación de las relaciones de fuerzas entre las potencias imperialistas. Si bien a esa objeción frecuentemente se responde con el argumento de que lo que un país avanza el otro retrocede, esto lo único que significa es que hay cambios en las relaciones de fuerzas entre las potencias. Pero ello no anula la evidencia empírica de que la economía ha seguido creciendo. Si bien el crecimiento es cada vez menor desde el 2008 en adelante, lo cual prácticamente implica un estancamiento de la economía mundial, no ha ocurrido lo mismo en la segunda postguerra y desde los 90 en adelante, cuando a partir de la restauración capitalista se intensificaron las inversiones en Rusia y los países de Este europeo, en el sudeste asiático en general y en China en particular.
De conjunto crece y crece más rápido que antes, dice Lenin, en 1916. Y por eso lleva a una crisis, ya que, si no hubiera desarrollo de las FFPP, no habría caída de la tasa de ganancia y no habría crisis general del capitalismo. El estancamiento se produce cuando se llega a una crisis general, a “un callejón sin salida” como explica el Programa de Transición. Y es esa crisis la que obliga a las potencias a ir a la guerra mundial, que por eso mismo son “inevitables”, como afirma Lenin. En esta situación estamos ahora, pero de ninguna manera es una continuidad lineal “que se profundiza” desde 1914 a esta parte.
En el documento de 2014 sobre China caracterizábamos que era una formación económico-social capitalista, pero no imperialista, sino intermedia en el sentido que plantea Lenin en su folleto “El imperialismo…”. En ese documento menospreciamos la capacidad de independencia que podía tener el gobierno, al no tener en cuenta las características particulares que su desarrollo histórico le daba a China: que es un país en el que se produce la restauración capitalista “desde arriba”, manteniendo el PCCh el monopolio del control político del Estado, que se apoya en una parte del aparato productivo (un 40%) que sigue siendo estatal, y en el control de algunas áreas (como la financiera, y el desarrollo tecnológico, por ejemplo), en las cuales no se permite el control de las potencias imperialistas. Tuvimos en cuenta la gran penetración imperialista que garantizaban un gran porcentaje de las exportaciones (40% en ese momento) y del PBI, pero subvaloramos la capacidad de la burguesía china de actuar políticamente con bastante independencia, tanto localmente como en el plano mundial.
Nuestro error de análisis en el documento de 2014, está en igualar mecánicamente el carácter dependiente de un país con el de su régimen político. Un país semicolonial, dependiente del imperialismo, puede tener un gobierno que, expresando los intereses de la burguesía nacional, tenga independencia relativa del imperialismo. Eso ha ocurrido con los regímenes bonapartistas sui generis en distintos países semicoloniales y fue analizado por Trotsky en varios de sus escritos.
Ahora nos estamos corrigiendo aquella posición en el aspecto que subvaloramos. La segunda tesis de la teoría de la revolución permanente que dice: “Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas.” sigue plenamente vigente, pero nuestro error fue aplicarla demasiado esquemáticamente en el caso chino.
Que la resolución integra y efectiva de la emancipación nacional “solo” puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, con el proletariado empuñando el poder como caudillo de la nación oprimida y de sus masas campesinas, quedó relativizada en situaciones excepcionales en el texto del Programa de Transición, en el que plantea que: “¿Puede esperarse que semejante gobierno [se refiere a un gobierno obrero y campesino que rompa con la burguesía] sea formado por las organizaciones obreras tradicionales? La experiencia del pasado demuestra, como se ha visto, que es, por lo menos, muy improbable. Sin embargo, no puede negarse de antemano la posibilidad de que, en circunstancias excepcionales (guerra, derrota, quiebra financiera, ofensiva revolucionaria de las masas, etcétera), los partidos pequeñoburgueses, estalinistas incluidos, puedan ser empujados más allá de lo que desearían por la vía de la ruptura con la burguesía”. Eso fue justamente lo que ocurrió en la revolución China: El Partido Comunista chino dirigido por un partido pequeñoburgués maoísta, con un programa etapista-stalinista de revolución democrática y apoyado en el campesinado pobre, se vio obligado a ir más allá de lo que quiso en la ruptura con la burguesía y el imperialismo, llegando a la expropiación.
Habiendo adquirido la independencia nacional por medio de la expropiación de la burguesía y del imperialismo en el curso de la revolución, décadas después, cuando la burocracia maoísta se va transformando en burguesía mientras se produce el proceso de restauración, y aun facilitando el ingreso del capital imperialista para impulsar rápidamente el crecimiento económico (a tasas chinas), el gobierno del PCCh apoyado en el EPL, y manteniendo algunos sectores claves de la economía bajo su control, ha podido mantener una política independiente. Por otra parte, es correcto lo que planteaba Trotsky y las citas arriba transcriptas de Mandel, en general, en el sentido que, en una semicolonia, no puede haber un desarrollo económico equilibrado y armónico, en linea con las necesidades nacionales, sin romper y expropiar al imperialismo. Pero esto no significa que el ingreso del capital imperialista no impulsa el “desarrollo”, sino que significa que ese crecimiento económico será deformado, ya que las inversiones están orientadas por los intereses y necesidades imperialistas, en el marco de la división internacional del trabajo, y dirigidas a la obtención de la máxima ganancia. Pero eso no significa que el capital invertido, al aumentar la cantidad de trabajadores explotados, y por lo tanto la acumulación capitalista, no haga crecer la economía. Por supuesto que, contradictoriamente, las inversiones imperialistas refuerzan la dominación imperialista. Pero, hasta en países semicoloniales, eso no es un impedimento absoluto para que sectores de la burguesía nacional, en situaciones de debilidad internacional del imperialismo (como la que atravesó el imperialismo inglés en la segunda postguerra), puedan establecer un régimen bonapartista sui generis de izquierda, que aproveche ese crecimiento de la producción nacional para impulsar el desarrollo de la industria y el mercado interno, e inclusive que lo haga expropiando sectores claves de la economía hasta entonces en manos imperialistas, como fue el caso del petróleo en México durante el gobierno de Cárdenas. Por supuesto que el grado de independencia relativa de estos gobiernos duró hasta que EE-UU, emergiendo como dominador exclusivo de la economía mundial, ocupó el “espacio” dejado por la decadencia de las potencias imperialistas europeas debilitadas por la guerra (sobre todo el de Inglaterra) y el de las potencias vencidas, principalmente Alemania y Japón.
En China nosotros solo veíamos penetración imperialista, pero esquemáticamente no vimos lo que escribió Lenin en “El imperialismo…”:
“La exportación de capital influye en el desarrollo del capitalismo en los países de destino, acelerándolo extraordinariamente. Si, debido a ello, dicha exportación puede tender, hasta cierto punto, a ocasionar un estancamiento del desarrollo en los países exportadores, esto sólo puede producirse a través de una mayor extensión y profundización del desarrollo del capitalismo en todo el mundo”.
Y como escribió Lenin: ¿Es “concebible” que en diez o veinte años la correlación de fuerzas entre las potencias imperialistas permanezca invariable?
“Basta formular claramente la pregunta para que sea imposible darle una respuesta que no sea negativa porque bajo el capitalismo es inconcebible un reparto de las esferas de influencia, de los intereses, de las colonias, etc., que no sea por la fuerza de quienes participan en él, la fuerza económica, financiera, militar, etc. Y la fuerza de los que participan en el reparto cambia de forma desigual, ya que el desarrollo armónico de las distintas empresas, trusts, ramas industriales y países es imposible bajo el capitalismo. Hace medio siglo, Alemania era una insignificancia comparando su fuerza capitalista con la de Gran Bretaña; lo mismo puede decirse al comparar Japón con Rusia. ¿Es “concebible” que en diez o veinte años la correlación de fuerzas entre las potencias imperialistas permanezca invariable? Es absolutamente inconcebible”.
¿Se podrán consolidar China y Rusia como países imperialistas? En nuestra opinión, no habría nada que se los pudiera impedir si juntos le ganan la tercera guerra al imperialismo anglosajón y sus aliados. Como dice Trotsky, en los años ’30, la guerra cambia la relación relativa entre las naciones y su ubicación en relación al mercado mundial o en el “sistema de estados”: “En la jerarquía de los Estados del mundo, Rusia ocupaba antes de la guerra un lugar considerablemente más alto que China. Problema aparte es ya saber el lugar que hubiera ocupado después de la guerra, suponiendo que no hubiese estallado la revolución”.
La independencia de China respecto de EE-UU no es total. La gran cantidad de inversiones extranjeras son un gran condicionante. La gran cantidad de dólares acumulados en su banco central es una conexión de fuerte dependencia (1).
Pero justamente por eso, porque China no es absolutamente independiente es que la que está a la ofensiva preparando la guerra es EE-UU, mientras que China se prepara, pero “rehúye” la posibilidad de un enfrentamiento a corto plazo.
El desarrollo desigual y combinado de la estructura capitalista china, con rasgos marcados de carácter imperialista conviviendo con un atraso y desigualdad en el desarrollo económico y social propio de país semicolonial, se explica justamente porque ese desarrollo no se produce “de adentro hacia afuera” como era propio del crecimiento orgánico de los países que se transformaban en imperialistas entre fines del siglo XIX y principios del XX, sino que China crece a partir de las inversiones extranjeras. En un sentido se podría decir que se ha desarrollado de afuera hacia adentro.
El salto de cantidad en el crecimiento económico de China la ha llevado a un cambio cualitativo, a ser una potencia mundial en condiciones de disputar con las potencias imperialistas un lugar en el reparto del mercado mundial. Ahora su ascenso a transformarse en potencia imperialista choca contra el límite que le imponen las viejas potencias. De allí que su ascenso a la categoría económica y militar imperialista consolidada -es decir, que pueda dominar de manera estable sobre una parte del mercado mundial que dominaban otras potencias- depende del resultado de la guerra.
La condición necesaria para que un país semicolonial, o atrasado, se coloque en vías de un desarrollo económico comparable con la potencia económica de un país avanzado, es la independencia nacional del imperialismo.
Efectivamente la economía china se ha desarrollado muy rápidamente y la continuidad de ese desarrollo choca con las demás potencias imperialistas que ya hace unos años, sobre todo a partir de la orientación de EE-UU, han “reaccionado para defender sus intereses”. Y esta reacción se dirige a un choque abierto entre potencias, en una guerra mundial.
Esto explica la jugada de EE-UU para separar a Rusia de la UE, guerra de Ucrania de por medio. La necesidad de China de una alianza con Rusia. Y explica también que China no es Alemania del 39, es decir, una nueva potencia imperialista que patee el tablero de la dominación mundial para definir un nuevo reparto, sino que su posición es defensiva al igual que Rusia. Durante la guerra esperamos que se produzcan procesos revolucionarios, sobre todo (aunque no únicamente) en los países involucrados directamente. Pero si ello no ocurriera, cabrían dos posibilidades. Solo mediante un triunfo en la próxima guerra Rusia y China podrán emerger y consolidarse plenamente como potencias imperialistas. Y si pierden caerán como semicolonias bajo la dominación plena de las actuales potencias imperialistas.
Comité de Enlace PCO (Argentina)/ CSR El Topo Obrero (Venezuela) 26/11/23 (corregido para su publicación 19/4/25)
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*) La exportación de capital influye en el desarrollo del capitalismo en los países de destino, acelerándolo extraordinariamente. Si, debido a ello, dicha exportación puede tender, hasta cierto punto, a ocasionar un estancamiento del desarrollo en los países exportadores, esto sólo puede producirse a través de una mayor extensión y profundización del desarrollo del capitalismo en todo el mundo.
…. Los monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación de cada vez más naciones pequeñas o débiles por un puñado de las naciones más ricas o poderosas: todo esto ha originado los rasgos distintivos del imperialismo que obligan a calificarlo como capitalismo parasitario o decadente. Cada vez se pone más de relieve, como una de las tendencias del imperialismo, la creación del “Estado rentista”, del Estado usurario, cuya burguesía vive crecientemente de la exportación de capital y del “corte de cupón”. Sería un error creer que esta tendencia a la decadencia excluye el rápido crecimiento del capitalismo. No; en la época del imperialismo, ciertas ramas industriales, ciertas capas de la burguesía y ciertos países manifiestan, en mayor o menor grado, una u otra de esas tendencias. En conjunto, el capitalismo crece con una rapidez incomparablemente mayor que antes, pero este crecimiento no sólo es cada vez más desigual, sino que su desigualdad se manifiesta particularmente en la decadencia de los países más ricos en capital (Gran Bretaña).
(Lenin, “El Imperialismo…”)
(**) En primer lugar, sería más justo decir que toda la historia de la humanidad se desarrolla en medio de una evolución desigual. El capitalismo sorprende ya a las diversas partes de la humanidad en grados diferentes de evolución, cada uno de los cuales contiene profundas contradicciones internas. La gran variedad del nivel alcanzado y la desigualdad extraordinaria del ritmo de desenvolvimiento de las diversas partes de la humanidad, en el curso de los diferentes periodos, constituyen la posición de partida del capitalismo. Solo gradualmente este se hace dueño de la desigualdad que ha heredado, la torna evidente y la modifica empleando sus propios métodos y marchando por sus propias rutas. Distinguiéndose en esto de los sistemas económicos que le precedieron, el capitalismo tiene la propiedad de tender continuamente hacia la expansión económica, de penetrar en regiones nuevas, de vencer las diferencias económicas, de transformar las economías provinciales y nacionales, encerradas en sí mismas, en un sistema de vasos comunicantes, de acercar así, de igualar el nivel económico y cultural de los países más avanzados y más atrasados. No se puede concebir sin ese proceso fundamental la nivelación relativa, primero de Europa e Inglaterra, después de América y Europa, la industrialización de las colonias, que disminuye la diferencia existente entre la India y Gran Bretaña, asi como todas las consecuencias de los procesos enumerados, en las cuales se base no sólo el programa de la Internacional Comunista, sino su propia existencia.
Pero al aproximar económicamente los países y al igualar el nivel de su desarrollo, el capitalismo obra con sus métodos, es decir, con métodos anárquicos, que zapan continuamente su propio trabajo, oponiendo un país y un ramo de la producción a otro, favoreciendo el desenvolvimiento de ciertas ramas de la economía mundial, frenando o paralizando el de otras. Sólo la combinación de esas dos tendencias fundamentales, centrípeta y centrifuga, nivelación y desigualdad, consecuencias ambas de la naturaleza del capitalismo, nos explica el vivo entrelazamiento del proceso histórico.
A causa de la universalidad, de la movilidad, de la dispersión del capital financiero, que penetra en todas partes, de esta fuerza animadora del imperialismo, éste acentúa aún esas dos tendencias. El imperialismo une con mucha más rapidez y profundidad en uno solo los diversos grupos nacionales y continentales; crea ente ellos una dependencia vital de las más íntimas; aproxima sus métodos económicos, sus formas sociales y sus niveles de evolución. Al mismo tiempo, persigue ese “fin”, que es suyo, por procedimientos tan antagónicos, dando tales saltos, efectuando tales razzias en los países y regiones atrasados que él mismo perturba la unificación y nivelación de la economía mundial, con violencias y convulsiones que las épocas precedentes no conocieron.
(León Trotsky, La III internacional después de Lenin)
1) Con una cartera valorada en más de 1.200.000 millones de dólares en 2021, las instituciones chinas figuran entre los mayores tenedores de bonos del Tesoro estadounidense. A principios de octubre, los especialistas estaban preocupados por las últimas cifras publicadas por la Fed: el gobierno chino había vendido bonos del Tesoro por valor de 300.000 millones de dólares desde 2021, incluidos 30.000 millones desde abril. En realidad, esta caída se explica principalmente por la pérdida de valor de estos títulos: China solo ha vendido deuda estadounidense por valor de 70.000 millones de dólares desde 2021. Pero ya no está comprando ninguna. (Sin Permiso 26/11/23, Martine Orange)
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