El centrismo que se autotitula trotskista en el campo de la burguesía “democrática”

Los marxistas reconocemos la necesidad de la organización política de la clase obrera en partido, independiente y opuesto a los partidos de la burguesía, de todos los sectores de la burguesía.

Este es un principio básico del marxismo. No se trata solo de una independencia formal, solo organizativa, sino además de programa y de política.

Trotsky en su artículo “Comunismo y sindicalismo” explica que: “La independencia de la influencia de la burguesía no puede ser un estado pasivo. Solamente se expresa mediante actos políticos, o sea mediante la lucha contra la burguesía. Esta lucha debe inspirarse en un programa claro, que requiere una organización y tácticas para su aplicación. La unión del programa, la organización y las tácticas forman el partido. En este sentido la verdadera independencia del proletariado del gobierno burgués no puede concretarse a menos que lleve a cabo su lucha bajo la conducción de un partido revolucionario y no de un partido oportunista”.

Esta independencia política está siendo liquidada por los partidos que se reivindican trotskistas en América Latina.

Se justifican con el llamado al voto crítico por los partidos burgueses que se contraponen electoralmente con la derecha o ultraderecha. Pero a medida que esta política se generaliza, algunos empiezan a teorizar la existencia de una burguesía “progresista” y una “derecha continental”, para justificar su ubicación oportunista en el campo burgués “progresista”.

Tomemos como ejemplo actual a Brasil, en donde se está por desarrollar la segunda vuelta de la elección presidencial, aunque lo mismo podríamos decir, sea de una u otra corriente para Chile, Argentina Colombia, Perú.

En la primera vuelta, el PSTU (LIT), CS (UIT) y MRT (FT)* votaron sus candidatos independientes. Las encuestas daban ampliamente favorito a Lula, que efectivamente ganó, pero por menos diferencia de la esperada. No se puede saber cuál hubiera sido la posición de estos grupos, si las encuestas hubieran pronosticado un empate técnico en primera vuelta. ¿Hubieran mantenido su posición o hubieran hecho como el PSOL o el PCO de Brasil (partido con el que no tenemos nada que ver) quienes de entrada llamaron a votar por Lula y se integraron en sus listas y a su campaña? Nos quedará esa duda. Pero para la segunda vuelta no hay ninguna duda de la capitulación de estos partidos al “mal menor”, llamando a votar por Lula y Alckmin. Como esta alianza ni siquiera pueden considerarse progresistas, los centristas tienen que usar el argumento de votar por “la democracia contra el fascismo”. 

Convergencia Socialista, partido de la UIT (Izquierda Socialista en Argentina), que actúa dentro del PSOL; explica así su posición:

“¡Contra Bolsonaro, llamamos a votar críticamente por la 13!

Hemos estado desde el primer momento en la batalla por el Fuera Bolsonaro, denunciando su proyecto ultra reaccionario en las calles y en las elecciones. Desde la CST, tendencia radical del PSOL, hemos construido el Polo Revolucionario Socialista y hemos estado en la campaña obrera de Vera Lucía para la presidencia e impulsando a trabajadores y jóvenes a los gobiernos estatales, al senado y a las diputaciones.

Lo hicimos porque la conciliación de clase (!!) de la candidatura Lula/Alckmin no propone revocar la reforma de las pensiones, el techo de gasto, la reforma laboral y todos los profundos ataques a los pobres y al pueblo trabajador. Las alianzas y la conciliación de clases ya se han probado en el gobierno y no han funcionado. Al mismo tiempo no han ayudado a hacer una oposición radical en las calles para Fora Bolsonaro.

Afirmamos que (Lula-Alckmin) mantendrán un gobierno incapaz de enfrentar a las multinacionales, a los multimillonarios y a los empresarios que nos explotan y quitan derechos; el agronegocio enemigo de los sin tierra y de los indígenas y por lo tanto esto bloquea los cambios que los trabajadores y los jóvenes quieren en sus vidas. Advertimos que el frente amplio está ahora mismo debatiendo nuevas «reformas administrativas» que desmantelan la administración pública. (¡¡pero igual los llaman a votar!!)

Estaremos en las calles, comprometidos en cada lugar de trabajo, estudio y hogar, militando contra cualquier voto a Bolsonaro, para sacar a la extrema derecha del gobierno. Sin renunciar a nuestra independencia política (!!), con perfil propio (!?), llamamos a votar contra Bolsonaro a través del voto crítico a la lista 13 en esta segunda vuelta”.

¡¡Insólito!! Sin renunciar a su independencia política, llaman a votar por candidatos de la burguesía. ¡Qué clase de política independiente es esa que llama a dar apoyo político en las elecciones a un frente de partidos burgueses!

Siguen sosteniendo el esquema de que Lula sería el candidato de un partido obrero -el PT- y que ha hecho un frente de “conciliación de clases” con la burguesía representada por Alckmin. Eso es un engaño, pero no mejora las cosas. Lula y el PT son un partido enteramente burgués desde su integración al régimen por lo menos desde su primer gobierno en 2003.

De ninguna manera pueden argumentar que su “voto crítico” no es un apoyo político y por lo tanto una liquidación de su independencia política, sin contraponer su posición con las de Trotsky y Moreno**.

Este último, en su folleto “La traición de la OCI” usa este ejemplo para explicar las variantes por donde se expresaba la “teoría de los campos”:

“Schachtman aplicó otra variante de la teoría de los campos en España, al preguntar a Trotsky si los revolucionarios debían apoyar en las Cortes el presupuesto militar solicitado por Negrín. Su sorpresa (según aclara él mismo) fue mayúscula, al recibir la siguiente respuesta de Trotsky: “Si hubiésemos tenido diputados a Cortes, hubiéramos votado contra el presupuesto de Negrín (…) Votar el presupuesto militar de Negrín significa otorgarle apoyo político” (La revolución española, vol. 2, p. 164; subrayado en el original).

Aquí la política de los campos, tal como la aplica Schachtman, tiene un aparente asidero en la realidad, puesto que los dos campos realmente existen y están enfrentados en guerra civil. El presupuesto que solicita Negrín es para combatir al fascismo; por ello, dice Schachtman, deberíamos aprobarlo.

La respuesta de Trotsky, de evitar cualquier acto de solidaridad política con el gobierno burgués, es la que se desprende de la política bolchevique y las lecciones de la revolución rusa. Así como se derrotó a la sublevación de Kornilov y a la contrarrevolución denunciando a Kerenski y conquistando el poder, la única garantía para la victoria definitiva e histórica contra el fascismo es la política de independencia de clase, orientada hacia el derrocamiento del gobierno burgués frentepopulista de Negrín y la conquista del poder por el proletariado”.

La UIT es una de las corrientes internacionales que se reivindica morenista (por Nahuel Moreno). ¿Cómo pueden hacer encajar su posición en Brasil con la crítica que hacía Moreno a la OCI (organización lambertista en Francia)?

“La dirección de la OCI (u) –Organización Comunista Internacionalista (unificada), como toda dirección revisionista que se reivindica trotskista, esconde sus verdaderas posiciones tras una maraña de frases trotskistas. En lugar de decir que apoya al gobierno y la coalición frentepopulista liderada por Mitterrand, como haría un stalinista o un socialdemócrata, afirma que “nuestra táctica está dirigida contra la burguesía; y en ese combate contra la burguesía, [no tomamos] la menor responsabilidad por el gobierno Mitterrand.”

Otra organización que proviene del morenismo, Socialismo o Barbarie en Brasil (Nuevo Mas en Argentina), trata de justificar su voto a Lula-Alckmin con la cobertura del frente único anti neofascista:

“Por un frente único anti-neofascista que exija, movilice y vote ultra críticamente a Lula en la segunda vuelta.

No tenemos confianza en el PT (el mismo cuentito de la OCI) y en los partidos que conforman el amplio frente burgués, que en su mayoría son enemigos de nuestra clase y de los sectores explotados y oprimidos de la sociedad. Un futuro gobierno Lula-Alckmin ciertamente llevará a cabo ataques contra nuestras condiciones de vida, trabajo y estudio por una dosis moderada de veneno capitalista. Sin embargo, no podemos tomar una posición pasiva frente a los peligros de Bolsonaro -si es reelegido tendrá mejores condiciones para la agenda autoritaria con la mayoría en el parlamento-, una situación extremadamente peligrosa y grave que amenaza los derechos democráticos elementales y la capacidad de organizarse y combatir del movimiento de masas”.

Lo curioso es que para el N-Mas sea posible que el gobierno Lula-Alckmin pueda llevar a cabo “ataques contra nuestras condiciones de vida, trabajo y estudio”, sin que esos ataques sean impuestos mediante la represión.

El PSTU de Brasil, el partido más importante de la LiT-Ci, corriente internacional que todavía lleva el mismo nombre desde que fue fundada por Moreno, tiene la misma posición:

“En la segunda vuelta, cuando no podamos presentar una candidatura independiente, defendemos el voto crítico a Lula para derrotar a Bolsonaro en las elecciones. Esto porque Bolsonaro reivindica la dictadura militar, defiende un proyecto autoritario y amenaza las libertades democráticas. Seguir controlando el aparato de Estado facilita su proyecto autoritario. Aunque sea necesario derrotar a Bolsonaro en las elecciones, y haremos campaña junto a los trabajadores para ello, la derrota de la ultraderecha solo será posible a través de la movilización independiente de nuestra clase, la organización de la autodefensa y el cambio de las condiciones sociales y políticas que dieron base para su surgimiento”.

Si la derrota de la ultraderecha sólo será posible a través de la movilización independiente de nuestra clase, entonces para que llaman a votar por Lula-Alckmin. En la segunda vuelta, no se puede presentar una candidatura independiente, pero si se puede presentar una posición política independiente, llamando a no votar por ninguno de los dos candidatos burgueses.

Si la posición de los morenistas es contraria a la del Moreno que criticaba a los lambertistas, veamos ahora la posición de un veterano dirigente que proviene de las filas del lambertismo, Jorge Altamira:

“Para hacer frente a esta situación, Lula armó su propia coalición de derecha –‘liberal’. Escogió para la candidatura a Vice a Gerardo Alckmin, un agente del capital financiero que viene de la corriente de Fernando Henrique Cardoso. Alckmin militó activamente la destitución de Dilma Roussef. Lula ha obtenido apoyos de la Federación de Industrias y de la Asociación de Bancos. Uno de esos apoyos provino de Henrique Mireilles, ex Banco de Boston, golpista en 2018, y el primer presidente del Banco Central bajo los anteriores gobiernos de Lula. Acaba de obtener el apoyo de Simone Tebet, la candidata que obtuvo el tercer lugar en la primera vuelta, a cambio de un pronunciamiento contra el aborto legal. En su ‘lucha’ contra Bolsonaro, Lula ha derribado hasta la más mínima reivindicación progresista.

En este cuadro de situación, se plantea el voto por Lula; lo contrario es sostener una equidistancia entre la pseudo izquierda y la derecha liberal, de un lado, y la derecha fascista, del otro. En 2018, cuando Lula fue proscripto, llamamos a votar a Fernando Haddad contra Bolsonaro. El apoyo electoral a un candidato ajeno al socialismo y a los intereses históricos de la clase obrera no significa, de ningún modo, un apoyo político o a su política –es, por el contrario- la forma de sostener la hostilidad irreconciliable del socialismo con una salida fascista. Anular el voto o hacerlo en blanco es encerrarse en la autoproclamación. El voto a un candidato determinado no es un apoyo político, sino una alternativa impuesta por circunstancias concretas. Una fuerza socialista no puede renunciar a una política de maniobras, congruente con su estrategia, sin caer en la esterilidad. En este caso, la maniobra consiste en llamar a votar a un candidato hostil al socialismo, en oposición al fascismo…(Altamira, ¡que genio táctico!)

La crisis brasileña no se va a resolver por la vía electoral. Las elecciones en curso son un accidente político en referencia a la crisis tomada en su conjunto. Para el socialismo militante, la intervención activa en los ‘accidentes políticos’ es fundamental. Sirve para desarrollar la experiencia de las masas y reclutar fuerzas como consecuencia de ese desarrollo. La contención de las masas que propician los Boric, La Cámpora, Castillo, Lula y Petro no puede ser combatida con frases altisonantes, en especial cuando se trata de enfrentar al jefe de las milicias de Río y de un sector de oficiales de las fuerzas armadas, como ocurre con Bolsonaro. El planteo del voto a Lula debe estar sustentado en un programa. Ese programa debe remarcar que el fascismo no puede ser derrotado por medio de métodos electorales e institucionales, sino por medio de la organización combativa de las masas, los comités de fábrica y los métodos propios de la lucha de clases de los trabajadores, como la huelga general”.

Altamira confunde la independencia política con frases altisonantes. Repite el mismo latiguillo de los demás centristas, oponiéndose a la posición principista de Trotsky, que hay que “evitar cualquier acto de solidaridad política con el gobierno burgués”, aún cuando se trataba de votar el presupuesto militar para luchar ¡¡en la guerra civil contra el fascismo!!

Pero Altamira es tan generoso políticamente que le da el apoyo electoral a un candidato ajeno al socialismo y a los intereses históricos de la clase obrera…(como)… forma de sostener la hostilidad irreconciliable del socialismo con una salida fascista.

Según Altamira esta política sirve para desarrollar la experiencia de las masas. Pero el PT ya gobernó durante tres períodos (dos con Lula y uno interrumpido de Dilma) ¿De qué manera el apoyo electoral a Lula sirvió para la experiencia de las masas si terminó abriéndole el camino para que Bolsonaro llegara al poder?

Altamira caracteriza que el frente al que llama a votar es “entre la pseudo izquierda y la derecha liberal”. No hace una caracterización de clase, porque ni siquiera se puede considerar al PT como si fuera un partido obrero. Por lo tanto, llama a votar por un frente claramente burgués. ¿Qué sustento marxista tiene esa posición política de Altamira, cómo la puede justificar? De ninguna manera en las posiciones de Trotsky. Solo puede encontrar antecedentes en la política stalinista.

Altamira en su artículo está polemizando con la posición del Partido Obrero, que plantea votar nulo o en blanco en la segunda vuelta. Pero no porque tengan asimilado el principio de la independencia política como un punto central de la estrategia revolucionaria, sino por consideraciones circunstanciales, porque caracterizan que Lula-Alckmin es la fórmula preferida por la gran burguesía y Biden. No solo lo plantean así, expresamente, sino que siguen reivindicando su voto al candidato de Lula (Haddad) en las elecciones de 2018.

“Hoy, el imperialismo desconfía del carácter aventurero de la camarilla bolsonarista, cuya principal base de sostén está en las fuerzas armadas, aunque aún en su interior está lejos de haber una homogeneidad. Hace muy poco Bolsonaro destituyó al ministro de Defensa y colocó en su lugar a un militar más afín a él. Lo que viene abriéndose paso en la política del gobierno imperialista de Biden hacia América Latina es la convivencia con la “ola rosa” de gobiernos nacionalistas y centroizquierdistas que han relevado a los gobiernos de derecha y cuya función fundamental apunta a desactivar rebeliones populares potenciales o que hayan tenido lugar. Como se ve, la situación actual mantiene una diferencia sustancial con la de 2018, cuando la burguesía y el imperialismo apostaron por el triunfo de Bolsonaro. El voto a Fernando Haddad, en aquel balotaje, era la forma de empalmar con un movimiento de masas, el “Ele Nao”, y de rechazar la consolidación de los golpistas en el poder”.

Pablo Heller, el dirigente del PO que escribe la nota, destaca que “el voto a Fernando Haddad en aquel balotaje, era la forma de empalmar con un movimiento de masas”, pero omite decir que esa era la forma oportunista de empalmar.

¿Y el MRT? (FT) (PTS en Argentina)

“Nosotros acompañamos a los que decidan rechazar a Bolsonaro en el ballotage, con sus múltiples variantes: sea votando críticamente a Lula, sea anulando el voto o con la abstención, pero siempre alertando que la fórmula Lula-Alckmin de conciliación con la burguesía y el imperialismo no es una alternativa para enfrentar al bolsonarismo. La clave es poner adelante nuestras fuerzas, para combatir seriamente a la derecha en el terreno del combate en la lucha de clases, con las huelgas y movilizaciones. (Entrevista a Maía Machado, dirigente del Movimiento Revolucionario de Trabajadores, 7/10).

“Nosotros acompañamos a los que decidan rechazar a Bolsonaro en el ballotage”. O sea, lo rechazan a Bolsonaro pero no lo rechazan a Lula-Alckmin. Está claro, ¿no? Es una forma vergonzante de apoyar a Lula-Alckmin y no quedar mal con nadie de los que no los quieran votar. Luego los consabidos alertamos, no confiamos, solo se lo puede derrotar con la lucha.

“Nosotros desde el MRT y el Diario de Izquierda seguiremos poniendo todas nuestras fuerzas al servicio de una lucha contra la extrema derecha y todas las reformas que han venido a atacarnos desde el golpe institucional. Al mismo tiempo, decimos que esta lucha no puede salir victoriosa aliándonos con la derecha, la patronal y el gran capital que están con Lula-Alckmin.

Hacemos un llamado a los miles de personas que apoyaron con su voto las candidaturas del MRT en esta elección a continuar codo con codo en la batalla contra el bolsonarismo, que seguirá siendo crucial más allá de la elección y su resultado”. (marcelo pablito, 9/10, Elecciones 2022: Continúa la lucha contra Bolsonaro sin tregua y con más fuerza aún)

Es decir, este dirigente del MRT nos anticipa que, aunque el resultado sea el triunfo de Lula-Alckmin, que según el MRT es la “conciliación” de clases, la batalla principal seguirá siendo contra Bolsonaro. Si la batalla principal no va a ser contra el gobierno, eso significa una declaración de que el MRT esta en su campo, en el campo de la burguesía “democrática” contra la burguesía “fascista”, aunque después Andre Barbieri dedicará un largo artículo a explicar que el régimen de Bolsonaro no sólo no es fascista sino ni siquiera bonapartista, apenas “pre” bonapartista. 

“Entonces, ¿cuál sería el método para enfrentar seriamente un fenómeno fascista real, en la tradición marxista?” Se pregunta André Barbieri*, y responde: “La lucha contra el fascismo no se resuelve en elecciones, sino en las confrontaciones de la lucha de clases que incluyen la lucha física, cuya premisa es la independencia política frente a todas las fracciones burguesas. El frente único obrero, la unidad de acción que organiza a los trabajadores por objetivos prácticos en la lucha de clases contra el conjunto de la burguesía (inclusive la llamada “democrática”), es la política correcta para enfrentar a la extrema derecha (y el fascismo)” (¿Fascismo o bonapartismo? Lecciones de Trotsky para Brasil, André Barbieri 9/10)

¡¡Muy bien dicho!! ¿Por qué no lo aplican en su política?

Siendo que el “bolsonarismo” todavía no es el fascismo, sino un pre-bonapartismo, y que en el plano electoral se trata de una lucha política, porque el MRT se plantea la lucha contra el bolsonarismo como el “enemigo principal” y no pone en el mismo plano la lucha política contra Lula y el PT, que tiene los mismos objetivos que el bolsonarismo, es decir, derrotar a la clase trabajadora, y por eso establece la alianza con Alckmin, la Fiesp, el capital financiero, las iglesias y Biden. Sea por la represión, la conciliación o una combinación de ambas. Quizás la única diferencia es en la proporción de esa combinación.

Quizás la explicación este en este párrafo de La Traición de la OCI de Moreno:

En conclusión, vemos un hilo conductor perfectamente claro desde el “frente antizarista” de los mencheviques hasta las “contradicciones” de Mao: es la teoría de los campos burgueses progresivos. Esta teoría se justifica con la generalización abusiva de un hecho real: las diferencias entre los distintos sectores burgueses. Según Trotsky, en la clase burguesa siempre existen antagonismos mucho mayores que en el seno del proletariado. Es un hecho fácil de explicar: para el trabajador da lo mismo ser explotado por un patrón que por otro, sea éste “nacional” o “imperialista”, mientras que entre los distintos sectores burgueses existe una lucha constante y feroz por el reparto de la plusvalía nacional y mundial. En el plano político esta lucha se traduce en el choque de partidos, sindicatos burgueses, etc., que con frecuencia llegan al enfrentamiento físico: golpes de estado, guerras civiles, invasiones imperialistas, guerras interimperialistas.

A veces, como en el caso de Mitterrand, el sector más “izquierdista” de la burguesía es el propio gobierno. En otros casos, el sector más “derechista” instaura un gobierno fascista o bonapartista y puede tener al resto de la burguesía en su contra. De este hecho real, el revisionismo deduce que el partido del proletariado debe formar parte del campo “progresivo” o “democrático”, o el “antiimperialista” en el caso de los países semicoloniales.

Para esta teoría y política, da lo mismo que el campo “progresivo” esté en el poder o en la oposición. Contra esta teoría de la colaboración de clases, el marxismo levanta su concepción clásica, de la sociedad dividida en clases y de la necesidad de desarrollar la lucha entre las mismas hasta la conquista del poder por el proletariado. Esto no significa que el marxismo ignore la existencia de roces entre los distintos sectores de la burguesía, y si esos roces llegan al choque físico, el partido debe formular una política acorde a las circunstancias.

Pero eso significa que se deben aprovechar esos choques, jamás apoyar políticamente a un frente de colaboración de clases que pueda surgir de los mismos…

“Digamos entonces para sintetizar que la política permanente de los mencheviques y sus discípulos, los stalinistas y los maoístas, se basa en la teoría de los campos. De ahí que todos sus esfuerzos se orienten hacia la conformación de “frentes populares”, “frentes antifascistas”, “frentes antiimperialistas”, o mil y una variantes de lo mismo, con sectores de la burguesía “democrática”, “antimonopolista”, etcétera. Esta política no depende de que dichos frentes existan en la realidad. Si no existen, como sucede la mayoría de las veces, entonces se trata de crearlos, aun cuando ello los obligue a nadar contra la corriente. En cambio, los partidos revolucionarios o centristas de izquierda que, en violación de todos los principios bolcheviques, han apoyado políticamente a esos frentes populares de alianza de clases, no lo han hecho por adoptar conscientemente la teoría de los campos, sino porque se han doblegado ante las tremendas presiones que se ejercen sobre los partidos insertos en el movimiento obrero cuando esos frentes surgen en la realidad.

Sin embargo, el hecho de ceder a esas presiones genera una lógica infernal. El partido revolucionario que viola sus principios para apoyar al frente policlasista, cae finalmente en la degeneración teórica y política y termina adoptando la teoría de los campos como base permanente de su política. Es lo que sucedió con el stalinismo, que surgió como ala de un partido revolucionario, y en nuestras filas con el pablismo”.

Antonio Bórmida (PCO), 18/10/22

*) PSTU: Partido Socialista de los trabajadores unificado. LIT: Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional

      Convergencia Socialista. UIT: Unidad Internacional de los Trabajadores- Cuarta Internacional

       Movimiento Revolucionario de los Trabajadores. FT: Fracción Trotskista- Cuarta Internacional

**) Cabe aclarar que el grupo fundacional “La Causa Obrera” formado en 1995, se constituyó en base a una crítica a la revisión teórica que Nahuel Moreno realizó de la Teoría de la Revolución Permanente, explicada por el propio Moreno en la Escuela de Cuadros de 1984. Luego tanto en el PRS-La Causa Obrera, como en el PCO ratificamos la ruptura con esas posiciones revisionistas, cuya crítica fuimos ampliando.

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