La situación internacional previa a la asunción de Trump
A primera vista el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EE-UU marcaría un giro, no sólo en la situación interna de esa potencia que es todavía la más importante del mundo, sino -y por ello mismo- a toda la situación internacional. En el plano económico Trump anunció durante su campaña electoral y lo ratificó una vez electo, que aumentaría los aranceles que gravan las importaciones no solo de China (60%) y Europa (entre un 10 y un 20%), sino tambien las provenientes de sus socios comerciales de México y Canadá hasta un 25%. En general ese es el método de Trump, primero golpear sobre la mesa para después sentarse a negociar desde una posición de fuerza. Posiblemente ese sea el caso, también en este momento. Pero, aunque esos porcentajes se cumplieran en parte, esos aranceles agravarían la crisis que atraviesa actualmente la economía mundial. Esta crisis se prolonga desde 2008, es decir ¡¡ya van 16 años!! A la tendencia declinante del PBI mundial, hay que agregarle el creciente porcentaje de las deudas totales de las principales potencias: Japón tiene una deuda total (sumando la deuda de gobiernos, sector financiero, corporaciones no financieras y hogares) que ronda el 600% del PBI.
En EE-UU el déficit fiscal creció de 6,2 a 6,4% del PBI (1,833 billones), muy por encima del 3,7% histórico, por lo que seguirá aumentando su deuda pública que alcanza a un 122% del PIB (con un PBI de casi 28 billones y una deuda 35 billones), pero que llega al 250 % del PBI (70 billones) si se considera la deuda total.
El crecimiento económico de China se ralentiza (fue de 4,7% en el segundo trimestre), por debajo del esperado (5% anual), mientras que la deuda total de China se ha ampliado hasta alcanzar más de 300 % del PIB; La inversión extranjera directa ha descendido durante 12 meses consecutivos, cayendo 28,2 % sólo en los primeros cinco meses de 2024. La crisis inmobiliaria no ha podido ser totalmente resuelta, mientras que hay un exceso de capitales invertidos en empresas cuya producción está destinadas a la exportación.
Alemania, ya va por el segundo año consecutivo de recesión (0,3 en 2023; 0,2 en 2024), con una grave crisis de la industria automotriz (VW, que tiene 300 mil obreros planea cerrar 3 plantas).
La deuda global aumentó alrededor de 1,3 billones de dólares en el primer trimestre de 2024, hasta alcanzar un nuevo récord de 315 billones de dólares, el 333% del PBI mundial, según el Global Debt Monitor del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), publicado el pasado 7 de mayo.
Sobre la base de esta situación, la imposición de nuevas barreras aduaneras en EE-UU implicaría un agravamiento de la situación de los trabajadores y los pobres, ya que como consecuencia de las medidas proteccionistas aumentaría la inflación, la cual contradictoriamente fue una de las causas por las que Trump recogió muchos votos entre esos sectores sociales. Para contener la inflación la Reserva Federal volvería a aumentar la tasa de interés, encareciendo aún más el crédito para hogares y empresas, con lo cual aumentaría la desocupación y crecería la enorme burbuja de endeudamiento que es puro capital ficticio demandando ser cubierto por la plusvalía que sólo puede surgir de la producción real extraída de los trabajadores del mundo entero. La decadencia de EE-UU lo impulsa a avanzar sobre las otras potencias contra las que disputa el mercado mundial o de lo contrario sufrir un nuevo estallido, una “pinchadura” de su burbuja, que lo revuelque en otra crisis, como ocurrió en el 2008.
Y dado que EEUU es el mayor mercado mundial, a donde concurren el 15% de las exportaciones chinas y casi el 20% de las europeas (*), implicará también un agravamiento de la crisis económica mundial. Si la idea de Trump es sofocar comercialmente a las potencias competidoras (China y Alemania), el resultado será la exacerbación de las necesidades vitales de esos países que son demasiado grandes para caer y dejarse someter por medios económicos.
China anunció este martes que restringirá las exportaciones a Estados Unidos de galio, germanio, antimonio y grafito, metales clave para la fabricación de semiconductores o baterías, entre otros, tanto para uso civil como militar.
Esta decisión es la respuesta a las nuevas restricciones tecnológicas que EE-UU anunció contra China para frenar su capacidad de desarrollar microchips avanzados, algo que Beijing denunció como “un acto de coerción económica”.
La guerra comercial transcurre de manera paralela a los preparativos de guerra militar
Esta política proteccionista es defensiva, pero agudizará todas las contradicciones. Será sólo un rodeo que terminará en el mismo camino hacia la guerra mundial que llevaban los demócratas, ya que no se puede volver a “hacer grande a América de nuevo”, con una politica defensiva, por más gestos grandilocuentes que haga Trump. La alternativa a un enfrentamiento militar sería seguir cayendo en la decadencia y perdiendo peso en el mercado mundial, arriesgándose a perder totalmente la hegemonía hoy cuestionada. Pero EE-UU es demasiado grande todavía y tiene mucha potencia militar para aceptar esa posibilidad. El mercado mundial es demasiado estrecho para las actuales potencias que se lo disputan, y por eso la economía desde 2008 ha entrado en un callejón sin salida. Y como diría Trotsky solo una tremenda explosión histórica puede dar salida a esta crisis: el triunfo de la revolución socialista o una tercera guerra mundial.
Trump ha prometido que al otro día de asumir terminaría con la guerra en Ucrania. Efectivamente ya está buscando algún acuerdo, así sea un provisorio alto el fuego por intermedio de su enviado Keith Kellogg. Y aunque Zelensky enfrentado ante la opción de quedar sin ayuda militar de EE-UU y ante la proximidad del desmoronamiento de su ejército, anuncio que estaría dispuesto a “ceder” provisoriamente parte del territorio de Ucrania, ocupado militarmente por Rusia, reclama al mismo tiempo garantías para su seguridad que ni EEUU ni la OTAN parecen estar dispuestos a darle. El ingreso a la OTAN, o una ocupación del territorio ucraniano actualmente controlado por el gobierno de Zelensky con tropas europeas, es obviamente rechazado por Rusia. Difícilmente Putin acepte inclusive un alto el fuego si no hay una propuesta sería para un acuerdo. Pero las únicas propuestas que podría aceptar Rusia dejarían expuesta la derrota de Ucrania y la OTAN.
Los esfuerzos militares desencadenados en los últimos meses y semanas, como manotazos desesperados, pueden ser entendidos como la búsqueda de un mejor posicionamiento para entrar en la negociación. Pero tanto la ocupación de Kursk por parte de las tropas ucranianas, o el lanzamiento de misiles Atacams norteamericanos autorizados por Biden y otros ingleses y franceses, han sido neutralizados por las tropas rusas que están avanzando más rápidamente en terreno ucraniano, y por el lanzamiento del misil hipersónico Oreshnik y la amenaza de usarlo con cargas nucleares.
Todos mueven sus piezas para tomar mejores posiciones
Mientras esto ocurre se suceden acontecimientos en la situación internacional, como episodios, en el marco de la confrontación mundial entre dos bandos principales ya delineados. Es evidente, por ejemplo, que la movilización que en Georgia -que tiene un gobierno pro-ruso- reclama el establecimiento de un acuerdo con la Unión Europea para este país limítrofe ubicado al sur de Rusia, es un movimiento similar (aunque con menor intensidad) del euro-Maidán ucraniano.
La declaración de la ley marcial y el autogolpe fallido del gobierno de Corea del Sur -aunque haya habido otras razones de índole interno- también parece haber sido forzado por la necesidad de participar con tropas en la guerra de Ucrania, en los estertores del gobierno de Biden.
El triunfo en las elecciones rumanas del candidato pro-ruso Georgescu, provocó la anulación de las elecciones por parte del Tribunal Constitucional. Esta resolución se fundamentó en el presunto uso ilegal de tecnologías digitales, y en un informe de inteligencia que indicaba la supuesta intervención del gobierno de Putin en la campaña electoral.
Pero lo más resonante ha sido el proceso en Siria que en pocos días liquidó al último representante de la dinastía Al Assad (padre e hijo), que estuvieron en el poder 53 años. La ofensiva militar del Frente Al Nusra, rebautizado HTS (Hayat Tahrir al Sham- Organización para la Liberación del Levante) después de su ruptura con Al Qaeda en 2017, complementada por el pro-turco Ejército Nacional Sirio, encontró a Al Assad muy debilitado por la situación internacional en la que sólo tuvo apoyo de la aviación rusa, pero que, dada la guerra en Ucrania, Putin no podía respaldar con tropas terrestres. Irán tampoco salió en apoyo de su aliado regional, temiendo que recrudecieran los enfrentamientos con Israel. La mala situación interna de la economía y la corrupción del régimen, que provocaron la baja moral o sórdida oposición en las tropas del ejército oficial, hicieron inviable una resistencia a las milicias yihadistas. Es evidente que el raudo avance del HTS se debió tanto a la situación social de un pueblo oprimido cansado de la dictadura de Al Assad, pero también al apoyo clave de Turquía, con el aval de Israel y EE-UU.
El régimen dictatorial de al Assad no era un aliado de la causa palestina ni un defensor de los pueblos oprimidos, sino más bien todo lo contrario, ya que había ahogado en sangre la revolución que se levantó contra su gobierno en 2011. A lo sumo permitía el tránsito de armamento por territorio sirio con destino a las milicias de Hezbollah, las que lo habían sostenido contra el Frente al Nusra.
Pero el nuevo gobierno, representante de la oposición burguesa, tampoco será un gobierno favorable a los trabajadores, y en el marco de la guerra regional, lo más probable es que se termine por imponer una nueva dictadura, que trate de consolidar su poder negociando con las potencias cuyos intereses se cruzan en la región.
Está claro que la caída de al Assad golpea directamente a Rusia e Irán, e indirectamente a China. Rusia tendrá que negociar con el nuevo gobierno la permanencia de su base militar naval en Tartús.
Por su parte EE-UU trata de poner en caja la milicia que tomó el poder en Siria, representado políticamente por la oposición burguesa del Consejo Nacional Sirio que nombró como jefe del gobierno provisorio a Mohammed al Bashir, primer ministro del Gobierno de Salvación, con sede en Idlib. Israel también aprovecha para ocupar más territorio en el Golán y fortalecer un anillo de seguridad ante un gobierno “yihadista” al que no le tienen confianza. Netanyahu, confirmó que autorizó los ataques de la Fuerza Aérea israelí contra instalaciones militares estratégicas en Siria abandonadas por el Ejército “para evitar que caigan en manos de los yihadistas”.
El fortalecimiento de Israel ante la caída de un aliado de Irán implica a su vez un debilitamiento del Hezbollah en el Líbano. Allí transcurre un acuerdo de alto el fuego entre la milicia chiíta y las tropas sionistas, mientras que habría negociaciones para un alto el fuego de dos meses y un intercambio de rehenes entre Hamás e Israel. La designación de un gobierno acordado para Gaza entre la Autoridad Palestina y Hamás parece un paso orientado a buscar un acuerdo más general.
Mientras el nuevo gobierno de Trump, que todavía no asumió oficialmente pero ya actúa, busca “salir” de Ucrania y reducir la intervención militar en el Medio Oriente, las tensiones se van concentrando en el sudeste asiático.
Las FFAA chinas acosan permanentemente por aire y mar a Taiwán. EEUU ha ido concentrando casi toda su flota en esta zona, al punto de dejar al Mar Rojo provisoriamente sin portaaviones, (gracias al alto al fuego entre Israel y Hezbollah, previamente acordado entre el sionismo, Biden y Macron.) También realiza ejercicios militares conjuntos con Japón y Filipinas. En islas de esos países cercanas a Taiwán está desplegando un sofisticado sistema de misiles que según EE-UU “es un elemento clave de disuasión” pero que China considera naturalmente una amenaza y exige su retiro inmediato. El portavoz de defensa chino Wu Qian ha advertido “si los Estados Unidos y Filipinas insisten en el camino equivocado, China tomará contra medidas firmes”.
¿Qué pasará con la guerra tras la asunción de Trump?
Mucho se especula sobre el curso que tomaría la guerra en Ucrania cuando Trump asuma la presidencia, ya que durante la campaña electoral denunció que Biden y los demócratas llevaban a EE-UU a la tercera guerra mundial. Trump en cambio prometió que acabaría con la guerra.
Pero como lo venimos planteando hace varios años, las contradicciones del capitalismo han conducido a una crisis que sólo puede encontrar salida a través de una guerra mundial, es decir, no es una crisis que se pueda resolver por medios económicos, ni que dependa de quién esté circunstancialmente ocupando la Casa Blanca. Esta guerra, va a tener de un lado a EEUU y del otro a China, ya que no pueden convivir pacíficamente, uno debe desplazar al otro para conquistar la hegemonía mundial.
La política de Trump para Rusia busca esencialmente lo mismo que la de los demócratas, aislar a China. La diferencia es que la gestión Biden lo ha buscado desgastando a Rusia mediante la guerra en Ucrania, mientras que al parecer Trump optaría por buscar un acuerdo diplomático con Putin, dejando la tarea de continuar la guerra a las potencias europeas, si ese acuerdo no llegara a concretarse. De esa manera también cumpliría con el otro objetivo de EE-UU: debilitar a Europa como rival potencial al mantenerla económica y militarmente enfrentada con Rusia.
Ante la alta probabilidad de que EE-UU retire o minimice su apoyo militar a Ucrania, Francia e Inglaterra ya han dado un paso al frente, habilitando el uso de sus misiles de alcance medio Storm Shadow y Scalp. Francia que unos años atrás pregonaba la creación de un ejército independiente de la OTAN junto con Alemania, ahora actúa como el pivote de la OTAN. Tomando la posta de EE-UU, Macron no solo ha estrechado lazos con el Reino Unido, sino que abrió conversaciones con Polonia para la instalación de tropas “de paz” europeas en el territorio ucraniano. Alemania sigue siendo la gran incógnita; sus contradicciones internas (por las diferencias interburguesas) le han dado una actitud vacilante, y aunque hasta ahora siempre se terminó subordinando a la OTAN es la única potencia que todavía no aprobó el uso por parte de Ucrania de sus misiles Taurus.
Quizás Trump especule con llegar a un acuerdo más amplio con Putin. Una alianza de EEUU y Rusia contra China, sería el único reagrupamiento que teóricamente podría evitar la guerra mundial porque ese bloque concentraría el 90% del armamento nuclear, lo cual podría persuadir a China de que está ante una derrota segura y que se someta pacíficamente al rol de potencia de segundo orden. Pero lo vemos improbable porque la alianza entre Rusia y China es muy sólida y sus economías son complementarias y sus intereses parecen cada vez más fuertemente entrelazados, en el marco de los BRICS.
Es por eso que, por más que Trump busque algún rodeo, la situación internacional tiende a resolverse mediante una guerra mundial, que determine que potencia será la dominadora exclusiva del mercado mundial en los próximos años. Si la revolución socialista es dificil que triunfe en el plazo corto en el que parece que media hasta el desenlace armado, por la ausencia de una internacional obrera revolucionaria, es seguro que la guerra potenciará los movimientos de masas revolucionarios que desde 2011 en adelante se produjeron en varios países de distintos continentes. Para esa situación debemos prepararnos impulsando un reagrupamiento revolucionario sobre la base de los principios fundacionales de la IV Internacional, empezando por reivindicar las tesis leninistas sobre el carácter de la época y la politica revolucionaria en relación a la guerra interimperialista.
*) En 2022, China exportó $582,756 millones a Estados Unidos, las que representaron el 16,22% de sus exportaciones totales (En 2023 ese porcentaje se redujo a 14,8%). Mientras que las exportaciones de la Unión Europea (UE) a Estados Unidos en 2023 fueron de 502.300 millones de euros, lo que representa un 19,7% del total de las exportaciones de la UE.