¿El mal menor o la revolución socialista?

Tanto en la política como en la guerra es frecuente oír hablar del “mal menor”. No debe extrañar esa coincidencia en ambos planos de la lucha de clases, ya que como ha dicho Clausewicz, y confirmado Lenin, “la guerra es la continuidad de la política por otros medios, a saber, por la violencia”.

En general, la idea o concepto de definir las acciones políticas en base a cuál es el mal menor, es propia del reformismo o el oportunismo (*) desde comienzos del siglo XX.

Asi explica Trotsky el rol de la socialdemocracia y de su política del mal menor:

“La socialdemocracia entregó a la burguesía la revolución de 1918, salvando así una vez más al capitalismo decadente; es exclusiva responsabilidad suya que la burguesía haya podido apoyarse en el bandidaje fascista en la etapa siguiente. Descendiendo cada vez más en su búsqueda del “mal menor”, la socialdemocracia votó finalmente al reaccionario mariscal Hindenburg, quien a su vez colocó a Hitler en el poder. Al desmoralizarlo con ilusiones democráticas en medio de la decadencia del capitalismo, la socialdemocracia le quitó al proletariado todo su poder de resistencia. Los intentos de echar esta responsabilidad histórica fundamental sobre los hombros del comunismo son absurdos y deshonestos. De no existir el comunismo, hace mucho tiempo que el ala izquierda del proletariado habría tomado la senda del anarquismo, del terrorismo, o simplemente habría pasado a engrosar las tropas combatientes del fascismo. El ejemplo de Austria demuestra con toda claridad que allí donde el comunismo es sumamente débil y la socialdemocracia es el amo supremo de la clase obrera dentro del estado democrático que creó, su política prepara, paso a paso, el triunfo del fascismo.

… Si a pesar de los casi quince años de existencia de la Comintern la socialdemocracia pudo llevar la política del “mal menor” hasta sus últimas consecuencias, es decir, hasta el peor mal que puede concebirse en la historia moderna, debemos buscar las causas en el hecho de que el comunismo de los epígonos se mostró incapaz de cumplir su misión histórica”.

(L Trotsky, Declaración ante el Congreso Contra el Fascismo de los delegados de la Oposición de Izquierda Internacional (bolchevique-leninistas), abril de 1933)

En este momento y desde hace bastante tiempo, la idea de la búsqueda del mal menor impregna también las posiciones de las organizaciones que se reivindican revolucionarias y dicen que “su estrategia” es la lucha por el socialismo. Se trata en este caso de una posición oportunista, característica del centrismo cuando cede a las presiones de las corrientes “progresistas” burguesas.

Sin embargo, esta cuestión de tener que elegir el mal menor entre algunos de los bandos de explotadores enfrentados también ha sido planteada por los dirigentes revolucionarios fundadores del socialismo científico, pero ¿cuándo y en qué circunstancias?

En la época de Marx y Engels a mediados del siglo XIX, cuando todavía la burguesía no había agotado todo su potencial progresista en relación al feudalismo, y cuando el proletariado no había alcanzado todavía un desarrollo como clase independiente, la posición a adoptar frente a una guerra entre estados se basaba en caracterizar el triunfo de cuál bando era el deseable para que se fortalecieran las posiciones progresistas democrático burguesas contra la reacción feudal, partiendo de considerar que lo que estaba planteado era el progreso o retroceso de la revolución democrática que se desarrollaba en aquellos momentos en Europa en general y en los estados que aun tenían regímenes políticos monárquicos y en los que todavía no había triunfado una revolución burguesa.

Sea que Marx y Engels tomaran posición por uno de los bandos burgueses para hacer avanzar aquella revolución o para evitar que retrocediera a la restauración monárquica, para fortalecer el progreso de la revolución democrática contra la reacción feudal, la posición de los marxistas siempre era mantener la independencia política en relación a la burguesía. Así lo explicaba Lenin, al mismo tiempo que combatía contra “las falsas referencias a Marx y Engels” y calificaba de socialchovinistas a quienes las utilizaban para justificar la defensa de la patria en la guerra imperialista:

“La época de 1789 a 1871 ha dejado huellas profundas y recuerdos revolucionarios. Antes de que fueran destruidos el régimen feudal, el absolutismo y el yugo nacional extranjero, no cabía hablar siquiera del desarrollo de la lucha proletaria por el socialismo. Cuando los socialistas hablaban del carácter legítimo de la guerra “defensiva”, refiriéndose a las guerras de esa época, siempre tenían en cuenta precisamente esos fines, que se reducían a la revolución contra el régimen medieval y la servidumbre. Los socialistas entendieron siempre por guerra “defensiva” una guerra “justa “ en este sentido (expresión empleada en cierta ocasión por W. Liebknecht). Sólo en ese sentido, los socialistas admitían y siguen admitiendo el carácter legítimo, progresista y justo de la “defensa de la patria” o de una guerra “defensiva”…

“Los socialchovinistas rusos (con Plejánov a la cabeza) se remiten a la táctica de Marx con respecto a la guerra de 1870; los alemanes (por el estilo de Lensch, David y Cía.) invocan la declaración de Engels en 1891, sobre el deber de los socialistas alemanes de defender la patria en caso de guerra contra Rusia y Francia coaligadas; finalmente, los socialchovinistas del tipo de Kautsky, deseosos de transigir con el chovinismo internacional y de legitimarlo, se remiten al hecho de que Marx y Engels, aun condenando como condenaban la guerra, se pusieron constantemente, desde 1854-1855 hasta 1870-1871 y en 1876-1877, de parte de tal o cual Estado beligerante, una vez que la guerra, pese a todo, había estallado.

Todas estas referencias constituyen una indignante desnaturalización de las ideas de Marx y Engels para complacer a la burguesía y a los oportunistas, de la misma manera que los escritos de los anarquistas Guillaume y Cía. tergiversan las ideas de Marx y Engels para justificar el anarquismo. La guerra de 1870-1871 fue, por parte de Alemania, una guerra históricamente progresista hasta la derrota de Napoleón III, pues él, de acuerdo con el zar, había oprimido a Alemania durante largos años, manteniendo en ella el fraccionamiento feudal. Pero en cuanto la guerra se trasformó en un saqueo de Francia (con la anexión de Alsacia-Lorena), Marx y Engels condenaron resueltamente a los alemanes. E incluso al comienzo mismo de la guerra, Marx y Engels aprobaron la negativa de Bebel y Liebknecht a votar los créditos y aconsejaron a los socialdemócratas no mezclarse con la burguesía, sino defender los intereses independientes, de clase, del proletariado. Extender esta apreciación sobre una guerra progresista burguesa y de liberación nacional a la guerra imperialista actual, es mofarse de la verdad. Lo mismo puede decirse — y con mayor razón — de la guerra de 1854-1855 y de todas las guerras del siglo XIX, cuando no existían ni el imperialismo actual, ni las condiciones objetivas ya maduras para el socialismo, ni partidos socialistas de masas en todos los países beligerantes es decir, en una época en que no se daban precisamente las condiciones en que se basaba el manifiesto de Basilea para trazar la táctica de la “revolución proletaria” en relación con la guerra entre las grandes potencias. (Lenin, El socialismo y la guerra, Las falsas referencias a Marx y a Engels)

o-0-o

En la época imperialista no se trata de luchar por “el mal menor”, apoyando militarmente a uno u otro bando burgués en la guerra en función de impulsar una pretendida revolución democrática, es decir burguesa, porque partimos de la base de que las condiciones objetivas están maduras para la revolución socialista, aunque los factores subjetivos estén atrasados.

Trotsky ha explicado que, en su momento, el nacionalismo democrático hizo avanzar a la humanidad. Pero el nacionalismo de los países desarrollados que han completado hace mucho la formación de su estado nacional, es reaccionario porque se ha transformado en imperialismo (**) para oprimir a otros pueblos. En sí mismo el Estado burgués es ahora reaccionario, como lo era el feudal en la época de la revolución democrático-burguesa, dado que las fronteras nacionales son una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas.

En esta época, Lenin ha considerado que el imperialismo es la reacción en toda la línea. Y Trotsky que la lucha por completar la constitución del Estado nacional, y por realizar las tareas democráticas estructurales no resueltas por la burguesía semicolonial, es decir, las luchas de liberación o independencia nacional completa del imperialismo, o la revolución agraria,  juegan un rol progresivo en los países atrasados, al desarrollar la movilización de los trabajadores y el pueblo, pero que esas tareas democráticas solo se pueden resolver consecuentemente en el marco de una revolución permanente, como parte o en el transcurso de la revolución socialista.

Es por esto que en la guerra entre un país imperialista y uno semicolonial, nuestra política parte de ubicarnos desde el punto de vista militar en las trincheras de este último, pero no con el triunfo militar como único objetivo, como un mal menor, sino para que en el curso de la movilización de la clase trabajadora bajo el impulso de las consignas de la causa nacional y en el marco de la guerra, opongamos las consignas democráticas consecuentes a la burguesía para ganar la dirección de la lucha y llevar la movilización hasta el triunfo de la revolución socialista.

Refiriéndose a la guerra entre dos estados, Trotsky ha utilizado esa expresión “mal menor”, solo para señalar que era preferible el triunfo militar de la URSS, aunque estuviera dirigida por la burocracia stalinista, que un triunfo imperialista. Es decir, era deseable el triunfo militar de la burocracia de un Estado Obrero contra el imperialismo. Así lo explicaba:

“La ocupación de la Polonia del Este por el Ejército Rojo es seguramente un mal menor en comparación con la ocupación de otros territorios por los nazis. Pero este “mal menor” se obtuvo porque Hitler se aseguró previamente un mal mucho mayor. Si alguien prende fuego, o ayuda a prender fuego a una casa y luego salva a cinco de sus diez ocupantes para convertirlos en sus propios semi-esclavos, se produce un “mal menor” que si se hubiesen quemado los diez. Pero no está claro que este pirómano merezca una medalla por el rescate. Y si se la dieran, debería tirarla inmediatamente, como el héroe de una novela de Víctor Hugo.

El ejemplo de las guerras burguesas es muy instructivo, aunque Schatman lo pase por alto. Marx y Engels luchaban por una república alemana unificada. En la guerra de 1870-71, permanecieron al lado de los alemanes, a pesar de que la lucha por la unificación fue explotada y deformada por los parásitos dinásticos.

Schatman remarca el hecho de que Marx y Engels se volvieron contra Prusia tras la anexión de Alsacia-Lorena. Pero este giro no hace sino ilustrar más claramente nuestro punto de vista. No podemos olvidar que aquella era una guerra entre dos estados burgueses. Los dos campos tenían un denominador común de clase. Sólo se podía decidir cuál era “el mal menor” -en tanto que la historia deja siempre, en general, una puerta abierta a la opción- en base a factores suplementarios. Del lado alemán, el problema era crear un estado nacional burgués, como campo para el desarrollo económico y cultural. En esta fase, el estado nacional era un factor de progreso histórico. Por eso, Marx y Engels permanecieron del lado de Alemania, a pesar de Hohenzollern y sus junkers. La anexión de Alsacia-Lorena violó el principio del estado nacional y sentó las bases de una guerra de revancha. Marx y Engels, naturalmente, se volvieron contra Prusia. No corrieron el peligro de servir a un sistema económico inferior en contra de uno superior porque, repito, en los dos campos prevalecían las relaciones burguesas. Si Francia hubiera sido un estado obrero en 1870, Marx y Engels hubieran estado de su parte desde el principio, porque -me da vergüenza tener que repetirlo tantas veces- se guiaban en su actividad por criterios de clase”. (L Trotsky, El mal menor, En Defensa del Marxismo)

En cambio, cuando se trata de guerra entre dos países capitalistas-imperialista, la posición de Trotsky es diferente:

“Cuando se trata de un conflicto entre países ca­pitalistas, el proletariado de cualquiera de ellos se nie­ga categóricamente a sacrificar sus intereses históri­cos, que en última instancia coinciden con los intereses de la nación y de la humanidad, en beneficio del triun­fo militar de la burguesía. La fórmula de Lenin “La derrota es el mal menor” no significa que lo sea la derrota del propio país respecto a la del país enemigo, sino que la derrota militar resultante del avance del movimiento revolucionario es infinitamente más bene­ficiosa para el proletariado y todo el pueblo que el triunfo militar garantizado por “la paz civil”. Karl Liebknecht planteó un lema hasta ahora no superado para la política proletaria en épocas de guerra: “El principal enemigo del pueblo está en su propio país.” La revolución proletaria triunfante superará los males provocados por la derrota y creará la garantía final contra futuras guerras y derrotas. Esta actitud dialéctica hacia la guerra constituye el elemento más importante de la educación revolucionaria y por lo tanto también de la lucha contra la guerra. (LT, La guerra y la IV Internacional, “Derrotismo” y guerra imperialista)

o-0-o

En el caso de la lucha de clases interna en un Estado Trotsky tiene dos artículos ilustrativos de su posición, en el subtítulo ¿Es Brüning un mal menor?, de la recopilación “La lucha contra el fascismo en Alemania”, y en “Contra el “derrotismo” en España”.

¿Que se desprende de estos artículos? Que, en España, la posición del mal menor, vale porque se trata de una guerra civil, en la que se toma posición por uno de los bandos porque se trata de una guerra “defensiva, justa”. Eso significa que se abandona la posición derrotista por una posición defensista y se pasa a ser parte del campo militar progresivo, no sólo sin apoyar políticamente a la dirección burguesa, sino como parte de la estrategia para derrotarla.

“Se nos puede objetar que durante una guerra entre dos estados burgueses el proletariado, cualquiera que sea el régimen político de su país, debe adoptar la postura según la cual “la derrota de nuestro propio gobierno es un mal menor”. ¿Esta regla no es igualmente aplicable a la guerra civil en la que se enfrentan dos gobiernos burgueses? De ninguna forma. En una guerra entre dos estados burgueses, el objetivo es una conquista imperialista, no la lucha entre la democracia y el fascismo. En la guerra civil española, la cuestión es: democracia o fascismo. Para la clase capitalista, la diferencia entre democracia y fascismo no es decisiva. Según las circunstancias utiliza una u otro para sus propios fines. Pero, para los agentes pequeño burgueses del capital (los dirigentes de la socialdemocracia, los estalinistas y los anarquistas) la democracia es la propia fuente de su existencia y de su influencia. El fascismo significa para ellos desastre y exterminio. El proletariado revolucionario no puede colocar los dos campos en lucha en un mismo saco: debe utilizar este combate para sus propios intereses. No puede alcanzar el éxito con una política neutral, sino por el contrario, golpeando militarmente a su enemigo número uno: el fascismo. (L Trotsky, Contra el “derrotismo” en España. Respuesta a preguntas relativas a la situación española. 14 de septiembre de 1937)

Moreno hizo operación revisionista poniendo patas para arriba todas las ideas fundamentales de Trotsky. Acerca de la segunda guerra mundial, partió de afirmar que eran tres guerras en una: una guerra interimperialista, una guerra contrarrevolucionaria del imperialismo contra la URSS, y una guerra de regímenes, en la cual el mal menor era el triunfo del imperialismo “democrático” contra el nazismo. Moreno dice que dedujo esta posición a partir de los escritos de Trotsky sobre España.

Sin embargo, Trotsky respondiendo a una carta de un grupo de bolcheviques leninistas palestinos, había escrito lo contrario de lo que dedujo Moreno:

“Enfocan su atención en el fascismo como la amenaza inmediata para la clase obrera internacional y las nacionalidades oprimidas. Sostienen que una política “derrotista” no es aplicable en los países que puedan estar en guerra con países fascistas…

La tendencia principal de los autores de este documento es aparentemente la siguiente: sostener que el “derrotismo” es obligatorio para los principales países fascistas (Alemania e Italia), mientras que es necesario renunciar al mismo en los países de virtudes democráticas dudosas, pero que en la guerra están con [contra] los principales países fascistas. Así puede expresarse la idea principal que encierra el documento. De esta manera, también, sigue siendo falso y constituye un paso obvio hacia el socialpatriotismo…

Los autores del documento, obviamente contra su voluntad, han dado un paso en esa misma dirección. En primer lugar, en nuestra opinión, definen de manera demasiado nebulosa y especialmente equívoca el “derrotismo”, como si fuera un sistema especial e independiente con miras a producir la derrota. Eso no es así. El derrotismo es la política de clase del proletariado, que incluso durante la guerra ve a su principal enemigo en casa, en su propio país imperialista. El patriotismo, en cambio, es una política que ubica a su principal enemigo fuera de su propio país. La idea del derrotismo significa en realidad lo siguiente: llevar adelante una irreconciliable lucha revolucionaria contra la propia burguesía como enemigo principal, sin detenerse por el hecho de que esta lucha pueda causar la derrota de propio gobierno; dado un movimiento revolucionario la derrota del propio gobierno resulta el mal menor. Lenin no dijo, ni quiso decir otra cosa. Ni siquiera se puede hablar de alguna otra forma de “ayuda” para causar la derrota. ¿Debería renunciarse al derrotismo revolucionario en relación a los países no fascistas? Aquí está el nudo de la cuestión; a partir de este punto se yergue o cae el internacionalismo revolucionario…

No toman suficientemente en cuenta el hecho de que en la época del capitalismo decadente las sustituciones y semisustituciones de los regímenes políticos se suceden con suficiente sorpresa y frecuencia sin alterar los cimientos sociales, sin frenar la decadencia capitalista. ¿En cuál de estos dos procesos debe basarse nuestra política en una cuestión tan fundamental como la guerra: en el cambio de regímenes políticos o en los cimientos sociales del imperialismo comunes a todos los regímenes políticos y que infaliblemente los unen contra el proletariado revolucionario? La cuestión estratégica fundamental es nuestra actitud hacia la guerra, y no se la puede subordinar a consideraciones y especulaciones tácticas coyunturales….

Los autores del documento se manifiestan categóricamente contra el pacifismo y en esto, por supuesto, tienen razón. Pero están absolutamente equivocados al pensar que el proletariado puede resolver las grandes tareas históricas por medio de guerras que no son conducidas por él mismo sino por sus enemigos mortales, los gobiernos imperialistas.…

Naturalmente, es más fácil comenzar la lucha en aquellos países donde las organizaciones de trabajadores no han sido destruidas aún. Pero se debe comenzar la batalla contra el principal enemigo que sigue estando, como hasta ahora, en casa. Puede concebirse que los trabajadores avanzados de Francia digan a los trabajadores de Alemania: “En tanto estén en las garras del fascismo y no puedan emanciparse ayudaremos a nuestro gobierno a aplastar a Hitler, es decir, estrangularemos a Alemania con el lazo de un nuevo tratado de Versalles y luego… luego construiremos el socialismo junto con ustedes”. A esto los alemanes podrían responder perfectamente: “Perdónennos, pero ya hemos oído esa canción de labios de los socialpatriotas durante la última guerra y sabemos muy bien cómo termina…” No, de esa forma no ayudaremos a los trabajadores alemanes a despertar de su letargo. Debemos mostrarles en la acción que la política revolucionaria consiste en una lucha simultánea contra los respectivos gobiernos imperialistas en todos los países en conflicto. Por supuesto, no se debe tomar mecánicamente esta “simultaneidad”. Los éxitos revolucionarios, cualquiera que sea el lugar donde comiencen, elevarían el espíritu de protesta y los levantamientos en todos los países. El militarismo de los Hohenzollern fue completamente aplastado por la Revolución de Octubre. Para Hitler y Mussolini el triunfo de una revolución socialista en cualquiera de los países avanzados del mundo es infinitamente más terrible que los armamentos combinados de todas las “democracias” imperialistas. (LT, Un paso hacia el social-patriotismo. Sobre la posición de la Cuarta Internacional contra la guerra y el fascismo).

Algunos compañeros que militan en el trotskismo vuelven a plantear la política del mal menor para la guerra entre Rusia y Ucrania + Otan.

Parafraseando a Trotsky podríamos decir que, también en este caso, sería un error para cualquier organización que se reivindique trotskista decir: “En tanto estén en las garras del imperialismo de la OTAN y no puedan emanciparse, ayudaremos a nuestro gobierno encabezado por Putin a aplastar a Zelensky, es decir, estrangularemos a Ucrania con el lazo de un nuevo régimen de opresión como hizo Stalin después de la muerte de Lenin y luego… luego construiremos el socialismo junto con ustedes”. Por el contrario, nosotros entendemos que la política revolucionaria consiste en una lucha simultánea contra los respectivos gobiernos reaccionarios, en tanto que todavía no hay una guerra directa entre la OTAN y Rusia.

Para justificarla dicen que Rusia YA está en guerra contra la OTAN. Pero está claro que la guerra transcurre en el territorio ucraniano con algunos atentados menores en territorio ruso. Los países de la OTAN no participan de manera directa, aunque son los que sostienen militar y económicamente a Ucrania. En la reciente cumbre de la OTAN en Vilma, una vez más fueron rechazados los pedidos casi desesperados de Zelensky para que acepten a Ucrania como miembro. La razón fue explicada claramente por Biden: la incorporación de Ucrania a la OTAN implicaría una guerra directa contra Rusia y sería el inicio de la tercera guerra mundial. Y, sin embargo, una guerra directa entre Rusia y la OTAN puede estallar próximamente, muy probablemente cuando de los preparativos para la tercera guerra se pase directamente a las acciones, pero eso todavía no ocurrió. Mientras tanto, la OTAN viene tanteando hasta adonde pueden tirar de la cuerda con su ayuda militar a Ucrania sin llegar a una lucha directa contra Rusia. 

Otro argumento que se suele utilizar para optar por un mal menor, es la debilidad de la dirección revolucionaria. Pero esta existe tanto para desarrollar una intervención política en función de la revolución socialista, como para aportar concretamente algo realmente serio al triunfo militar del bando que sea. Es justamente para superar esa debilidad que hace falta plantear un programa revolucionario de acuerdo con la situación concreta.

Ucrania en la guerra no es simplemente un país semicolonial, sino un ariete del imperialismo contra Rusia. Y Rusia tampoco es un país semicolonial sino una formación intermedia, desigualmente desarrollado, con fuerzas militares comparables a una potencia imperialista. Por lo tanto, en esta guerra reaccionaria entre dos países capitalistas. 

La línea del mal menor, aunque formalmente mantenga la independencia política, desea el triunfo de una de las dos burguesías reaccionarias, en este caso, la burguesía rusa encabezada por Putin. Como lo fundamental es derrotar al imperialismo que está del lado de Ucrania, entonces se tiende al social-patriotismo, a una posición defensista en relación a Rusia. Si hubiera YA un enfrentamiento directo entre Rusia y la OTAN, esa posición sería correcta. Pero en este momento es equivocada.

o-0-o

El mal menor como apoyo político a un sector de la burguesía

En el subtítulo ¿Es Brüning un mal menor?, de la recopilación “La lucha contra el fascismo en Alemania”, Trotsky de ninguna manera plantea apoyar políticamente ni electoralmente a Brüning contra Hitler, porque sería capitular a un sector de la burguesía en el plano político y electoral.

Es bastante conocida la posición de varias corrientes centristas que se reivindican trotskistas y que han llamado abiertamente o de manera velada a votar por un partido o frente burgués que consideran “democrático” o “progresista” en contra de otro sector de ultraderecha proto-fascista.

El LTR (PTS) llamando a votar por Chávez en el referendo revocatorio convocado en 2004, le dio apoyo político a un gobierno burgués. El PO en las elecciones en Bolivia de 2005 votando por Evo Morales un dirigente de un movimiento de base campesina, es decir pequeñoburguesa, pero con programa burgués contra los candidatos de la derecha. El MRT (PTS) en Brasil llamando a votar por Haddad contra Bolsonaro. El PTR (PTS) en Chile llamando a votar “contra” Kast, es decir, por Boric en Chile, etc. Esta también es la línea consecuente de las corrientes internacionales morenistas (LIT y UIT): en todos los países en los que hay segundas vueltas electorales, en estas se llama a votar por el mal menor.

El argumento clásico de que lo electoral es táctico se cae, porque es algo básico que la táctica no puede contradecir la estrategia, y desde 1850 el principio es impulsar la independencia política y organizativa de la clase obrera, más todavía cuando ha madurado objetivamente con el desarrollo del capitalismo y en la época imperialista. Justamente de lo que se trata es de que la debilidad subjetiva se ponga en línea con las condiciones objetivas mediante el programa y la política.

El argumento de que Lenin planteaba votar en segundas o terceras vueltas a la burguesía contra la reacción feudal, solo era válido en el proceso de revolución democrática burguesa que estaba planteada en Rusia, contra el regimen feudal.

Fue justamente Moreno quién teorizó que, por la debilidad de la dirección revolucionaria, una etapa de revolución democrática (que significara un cambio de régimen) debería preceder a la lucha por la revolución socialista: Había que voltear la dictadura o el régimen bonapartista “aunque sea para que suba un gobierno burgués”. El objetivo máximo en esa etapa de revolución democrática sería la convocatoria de una Asamblea Constituyente.

En la misma revisión Moreno desarrollaba la teoría de la revolución democrática en donde planteaba que voltear a una dictadura era “una tarea” para una “etapa”, que era una revolución política, y que había que hacerla, aunque como consecuencia de la caída de la dictadura asumiera un gobierno burgués. Esta “tarea” luego la va a extender a todo gobierno bonapartista, alrededor de la consigna de la Asamblea Constituyente, consigna democrática que consideró fundamental y le agradeció a Lambert por haberle hecho entender su importancia. Ya dijimos que, a la muerte de Moreno, sus seguidores levantaron la consigna de Asamblea Constituyente como eje para la reunificación de Alemania. Tenían como antecedente que Moreno propuso esa misma consigna -vinculada a los soviets- durante el proceso de revolución política en Polonia. Sin embargo, si en la revolución rusa de febrero, la consigna de Asamblea constituyente y que los soviets tomaran el poder para convocarla, podían cumplir algún rol progresivo, dado que se trataba de un regimen feudal y las aspiraciones de las masas para imponer un regimen burgués democrático tenían un peso importante, otra cosa muy diferente eran las aspiraciones democrático burguesas impulsadas por la restauración imperialista y la iglesia en el estado obrero polaco. Aquellas aspiraciones conducían de lleno a la contrarrevolución burguesa. Era tan evidente esta contradicción que posteriormente para cubrir ese error garrafal del que fue parte, Aldo Casas tuvo que escribir un libro caracterizando a los estados obreros (deformado-degenerados) como estados burocráticos, así nomás, a secas, con un carácter de clase neutral, o sin un carácter de clase determinado, como si la humanidad hubiera retrocedido dos mil años, es decir como fenómenos reaccionarios, abortos burocráticos y dictatoriales de la revolución socialista, frente a los cuales la república democrático burguesa era un régimen progresivo por el que había que luchar. Nuevamente aca está radicada la idea de que hay que voltear a las dictaduras “aunque sea” para que asuma un regimen burgués. En síntesis, simples ideas que podrían compartir socialdemócratas de izquierda. En eso y no en otra cosa se constituyó el MAS y la LIT con la teoría de la revolución democrática de Moreno.

Sobre esta base teórica se asienta todo el oportunismo de sus herederos teórico-políticos de la LIT; UIT; etc., y otros que, como el PTS, aun criticando a Moreno, encontraron la vía gramsciana para llegar a la misma conclusión política de sostener como consigna estratégica la Asamblea Constituyente (***), transformándose en una izquierda democrática pequeño-burguesa radicalizada.

Antonio Bórmida (PCO), 23/7/23

……………………………………….

(*) Oportunismo: en el marxismo se llama oportunista a política, la agitación o la propaganda de un partido que se reclama de la clase obrera pero que transmite ideas burguesas a la clase trabajadora, aunque estas no se hayan ya cristalizado todavía en un programa reformista en esa organización política.

(**) El estado nacional creado por el capitalismo en su lucha contra el localismo de la Edad Media pasó a ser el clásico terreno de lucha del capitalismo. Pero ni bien se conformó se transformó en un freno del desarro­llo económico y cultural. La contradicción entre las fuerzas productivas y los límites del estado nacional, junto con la contradicción principal -entre las fuerzas productivas y la propiedad privada de los medios de producción- dieron carácter mundial a la crisis del capitalismo como sistema social. (LT, La guerra y la IV Internacional)

(***) El PO llegó a la misma posición de elevar la AC a consigna estratégica como herencia del lambertismo. No por nada Moreno y Lambert intentaron una fusión de sus corrientes a inicios de los ‘80.

Deja un comentario