La barbarie del genocidio contra el pueblo palestino, la guerra en Ucrania en donde los muertos de ambos bandos no se ven ni se cuentan, la posibilidad cierta de una nueva y próxima guerra mundial, la crisis económica que se extiende en el tiempo, la crisis climática con sus efectos devastadores: todo pone en evidencia la crisis del capitalismo mundial y la necesidad de encontrar un camino para superar estas calamidades, es decir, un programa para derribar al régimen social podrido y construir una nueva sociedad sin explotación ni opresión.
Tras la caída de la URSS y el avance de la restauración capitalista en todos los ex EEOO burocráticos, una larga noche se extendió sobre las organizaciones que se reivindicaban comunistas en un sentido general. Y aunque a primera vista pareciera contradictorio, también sobre las organizaciones que se reivindicaban trotskistas, pero que, por ejemplo, en el caso del MAS de Argentina, la caída del Muro de Berlín lo encontró asociado al PC stalinista en un frente electoral. La caída de la URSS y la restauración capitalista, fue un golpe objetivo y una derrota para todos los que luchaban para derribar al capitalismo en función de una sociedad socialista. La idea de que la URSS era el socialismo “real” o “posible”, difundida por el stalinismo y sus amigos pequeño burgueses, provocó que, a su caída, el imperialismo pudiera lanzar la campaña de que “el socialismo fracasó”. Y aunque ahora parece reabrirse la discusión y la búsqueda una alternativa al capitalismo, la vía bolchevique al socialismo aparece todavía bloqueada, porque sigue pesando más la derrota que un balance claro de por qué cayó la URSS.
En relación a ese balance están los que buscan las causas en la ineficiencia burocrática de la planificación y otros factores importantes como la presión de la carrera armamentística de EEUU, y los efectos internos de la derrota en la guerra de Afganistán. Están los que hacen hincapié en que el origen de la burocratización se debió a “los errores del bolchevismo”, como la prohibición de fracciones internas y algunos van más allá apuntando contra el regimen interno del bolchevismo centralista democrático. También están los que, completamente desmoralizados, ya no creen posible la revolución socialista. Ahora se difunde la idea, basada en el crecimiento chino, de que la planificación estatal no funciona sin el incentivo de la competencia, presentando el capitalismo de estado imperialista chino como si fuera una transición al socialismo que hasta tiene fecha fija en 2049.
Para nosotros el verdadero problema hay que buscarlo en el carácter atrasado de Rusia y en la derrota de la revolución socialista internacional, particularmente en Alemania, a que no llegó a triunfar en ningún país desarrollado, y en el surgimiento de una burocracia en el partido y el Estado como un fenómeno de reacción política y social ante el atraso y las derrotas. La dialéctica de esta combinación, se profundizó con las traiciones de la burocracia stalinista a la revolución internacional. Para nosotros esto es lo fundamental, ya que -como explicaron Lenin y Trotsky- sin el desarrollo de la revolución internacional es imposible avanzar al socialismo:
“El marxismo parte del concepto de la economía mundial, no como una amalgama de partículas nacionales, sino como una potente realidad con vida propia, creada por la división internacional del trabajo y el mercado mundial, que impera en los tiempos que corremos sobre los mercados nacionales.
Las fuerzas productivas de la sociedad capitalista rebasan desde hace mucho tiempo las fronteras nacionales. La guerra imperialista fue una de las manifestaciones de este hecho. La sociedad socialista ha de representar ya de por sí, desde el punto de vista de la técnica de la producción, una etapa de progreso respecto al capitalismo. Proponerse por fin la edificación de una sociedad socialista nacional y cerrada, equivaldría, a pesar de todos los éxitos temporales, a retrotraer las fuerzas productivas deteniendo incluso la marcha del capitalismo. Intentar, a despecho de las condiciones geográficas, culturales e históricas del desarrollo del país, que forma parte de la colectividad mundial, realizar la proporcionalidad intrínseca de todas las ramas de la economía en los mercados nacionales, equivaldría a perseguir una utopía reaccionaria”. (TRP, prólogo, p 9, el yunque)
Como dice Trotsky, “la historia no se hace por encargo”: un país puede “madurar” para la dictadura del proletariado sin haber madurado, ni mucho menos, para una edificación independiente del socialismo. El advenimiento de la época imperialista y el desarrollo desigual y combinado hizo que la revolución comenzara en un país muy atrasado como Rusia en lugar de Inglaterra o Alemania. Pero la revolución comenzada en el plano nacional debe desarrollarse a nivel internacional para poder avanzar hacia el socialismo.
“La agrupación fundamental de las fuerzas, a escala nacional e internacional, abre, por primera vez, para el proletariado de un país tan atrasado como Rusia, la posibilidad de llegar a la conquista del poder. Pero ese mismo agrupamiento de fuerzas permite asegurar de antemano, que sin la victoria más o menos rápida del proletariado de los países adelantados el Estado obrero no podría mantenerse en Rusia. El régimen soviético abandonado a sus propias fuerzas, caerá o degenerará. Más exactamente: primero degenerará y luego caerá rápidamente. He tenido oportunidad de escribir sobre esto, más de una vez, desde 1905. En mi “Historia de la Revolución Rusa” (apéndice al último tomo, “Socialismo en un solo país”) hay una reseña de lo que han dicho a este respecto los jefes del bolchevismo desde 1917 hasta 1923. Todo se reduce a una sola cosa: sin revolución en Occidente el bolchevismo será liquidado por la contrarrevolución interna; por la intervención extranjera, o por su combinación”. (LT, Bolchevismo y stalinismo)
La derrota de la revolución alemana, por insuficiente desarrollo del partido revolucionario -el ala izquierda de la socialdemocracia dirigida por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht-, y los años de guerra civil, provocaron un retroceso de la clase obrera, lo que permitió el ascenso de una burocracia en el aparato del partido y del estado.
La teoría del “socialismo en un solo país” que esgrimía la burocracia stalinista, de reacción conservadora pasó a ser una tapadera para frenar y traicionar la revolución mundial en aras de mantener sus privilegios burocráticos.
Se sucedieron las derrotas y las traiciones. En 1927, de la revolución obrera en China, sobre lo cual dijo Trotsky: “La táctica de la Internacional Comunista ha sido un sabotaje inconsciente, pero no por inconsciente menos seguro y bien organizado, de la Revolución china. Este sabotaje era de efecto infalible, pues la Internacional Comunista cubría su política derechista menchevique de 1924-1927 con todo el prestigio del bolchevismo, y recurría a la potente máquina de las represiones para sofocar la crítica de la Oposición de Izquierda”.
El giro ultraizquierdista del “tercer período” llevó a la capitulación sin lucha al nazismo en Alemania en 1933 y luego la política contrarrevolucionaria del “frente popular” en España y Francia.
Lo cierto es que, a pesar de estas traiciones, en lugar de debilitarse y caer durante la segunda guerra mundial, tras derrotar a Hitler al costo de 27 millones de muertos, Stalin logró afirmarse en el poder hasta su fallecimiento en 1953, no sin antes extender a Europa del este, regímenes burocráticos similares al de la URSS.
Sería muy extenso relatar todas las traiciones que cometió el stalinismo, que llevaron a mancillar y a rechazar el nombre del comunismo, en momentos que el capitalismo mundial entraba en una nueva y profunda crisis dando lugar al ascenso prerrevolucionario de obreros y estudiantes de fines de los 60 y principios de los 70.
Aun así, la URSS sobrevivió mucho más de lo esperado por Lenin y Trotsky, a pesar de no haber triunfado por las traiciones del stalinismo en ningún país desarrollado. La URSS, tras la primera guerra mundial y luego de tres años de guerra civil, arrancó desde muy abajo, pero, aun así, y a pesar de su carácter burocrático, la economía planificada demostró lo mucho que podía avanzar. Ya antes de la segunda guerra había sobrepasado a los principales países europeos (Inglaterra, Alemania y Francia), en algunos rubros productivos. Ha mediados de la década del 60 la URSS era claramente la segunda potencia mundial, aunque todavía estaba bastante por detrás de la productividad de EEUU, llegando a superarlo solo parcialmente en la carrera espacial durante la década del 60.
Pero con el poder estatal en manos de la burocracia, la URSS nunca hubiera podido avanzar al socialismo. Cuando la economía del régimen burocrático empezó a estancarse, la burocracia -capa pequeñoburguesa por sus condiciones de vida- se encaminó hacia la restauración. Este estancamiento no es como creen muchos stalinófilos un problema congénito de la planificación, sino del carácter reaccionario nacionalista de la burocracia. La falta de democracia interna y en consecuencia las deformaciones burocráticas de la planificación, en donde cada burócrata defendía sus propios intereses y sus privilegios, era la característica del régimen en cada una de las repúblicas soviéticas y en las “democracias populares” del este europeo. Frente a la concentración en una sola nación imperialista hegemónica de la explotación de la clase trabajadora y la expoliación de los paises semicoloniales, la URSS -aun con su Comecon- no pudo seguir avanzando, se estancó y se derrumbó por la propia acción de la burocracia dirigente, cumpliéndose así el pronóstico teórico de Lenin y Trotsky.
La relación dialéctica entre los factores objetivos y subjetivos
Durante el período histórico de la comunidad primitiva, la escasez era la condición de la igualdad social. Para alcanzar a duras penas la subsistencia, nadie podía dejar de trabajar. Las castas y clases sociales surgieron cuando las fuerzas productivas alcanzaron ya para mantener a un sector de la población sin que participe directamente en la producción, pero su desarrollo aún era insuficiente para satisfacer las necesidades de toda la sociedad. Bajo el capitalismo, desde hace tiempo que el nivel alcanzado por las fuerzas productivas permite la satisfacción de las necesidades elementales para todos los trabajadores, a condición de que se liquiden las contradicciones del régimen burgués, ya que el mismo avance tecnológico que permitiría un gran salto productivo, en manos de la burguesía imperialista impulsa a una devastadora tercera guerra mundial. Las condiciones hace tiempo que están maduras a escala mundial, lo cual no implica desconocer las desigualdades nacionales. La revolución socialista es la que pretende terminar por primera vez con la división de la sociedad en clases, en explotadores y explotados, opresores y oprimidos, para pasar al comienzo de la historia del género humano. Esta es una construcción consciente, no se produce de manera objetiva o automática. Las clases poseedoras no renuncian a su dominación. Por eso para la revolución socialista es tan importante el rol del partido.
“El proletariado sólo puede llegar al poder por intermedio de su vanguardia. La misma necesidad de un poder estadual deriva del insuficiente nivel cultural de las masas y de su heterogeneidad. La tendencia de las masas hacia su liberación cristaliza en la vanguardia revolucionaria organizada en partido. Sin la confianza de la clase en su vanguardia, y sin el apoyo de esta por aquella, ni siquiera puede plantearse la conquista del poder. Es en este sentido que la revolución proletaria y la dictadura constituyen el objetivo de toda la clase, pero solamente bajo la dirección de su vanguardia. Los Soviets son la forma organizada de la alianza de la vanguardia con la clase. El contenido revolucionario de esta alianza no puede estar dado más que por el partido. Esto está demostrado por la experiencia positiva de la Revolución de Octubre y por la experiencia negativa de otros países (Alemania, Austria y últimamente España). Nadie ha demostrado prácticamente, ni siquiera ha tratado de explicar en forma precisa sobre el papel, de cómo el proletariado pueda apoderarse del poder sin la dirección política de un partido, que sabe lo que quiere”. (LT, Bolchevismo y stalinismo)
Podríamos agregar que, aunque hay quienes lo cuestionan, tampoco nadie puede explicar cómo hacer para tomar el poder sin un partido firmemente centralizado, con un régimen interno de centralismo democrático.
Decir que el desarrollo revolucionario de la URSS, se jugó primero en Alemania y luego en el marco de la revolución mundial, es decir que lo fundamental para el triunfo de la revolución es el partido y la internacional. Pero el partido no es un ente abstracto aislado de las clases sociales. Aún en la clase obrera, siendo las más homogénea de todas las clases, existen diferencias que aparecen en el plano político con más nitidez a medida que los acontecimientos de la lucha de clases se agudizan. Ya en el partido bolchevique, en abril del 17, se había abierto una división profunda entre la concepción de Lenin y Trotsky y la de “los viejos bolcheviques”.
Unos años antes, la capitulación a la burguesía imperialista durante la primera guerra mundial había llevado a la bancarrota de la segunda internacional. Los internacionalistas eran solo un pequeño grupo de dirigentes que “cabían en cuatro coches”. En realidad, la posición revolucionaria irreductible de Lenin logró agrupar a un ala centrista que giró a posiciones de izquierda, y tras el triunfo de la “Revolución de Octubre” se organizó en la III Internacional. En medio de la guerra civil, Lenin entendía que la formación del partido y de los cuadros de dirección era la tarea más importante y más dificil de todas. A pesar de que trató de forjar la III Internacional según la experiencia del bolchevismo, no alcanzó a eliminar de raíz el centrismo.
El partido y la revolución
El partido revolucionario, bolchevique, es fundamental, un instrumento insustituible para alcanzar el poder y avanzar hacia la revolución socialista.
Cuando las masas están en ascenso revolucionario, no alcanza con su sola movilización espontánea para conquistar el poder. Hace falta un partido. Y como lo demostró la revolución alemana de 1919 -con el fracaso de la linea espontaneísta de Rosa Luxemburgo- no cualquier partido. Un partido como el de Lenin, algo que Trotsky comprendería recién en 1917. Como escribiría en 1929 en su Teoría de la Revolución Permanente, antes del 17 “no veía claro todavía el gran sentimiento histórico de la política, sostenida por Lenin, de delimitación ideológica y de escisión, allí donde fuera necesaria, a fin de forjar y templar un verdadero partido revolucionario”. (TRP, 59).
En este partido y para cumplir ese rol revolucionario, era fundamental la disciplina en la acción centralizada:
“Seguramente, hoy casi todo el mundo ve ya que los bolcheviques no se hubieran mantenido en el poder, no digo dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio, sin la disciplina rigurosísima, verdaderamente férrea, de nuestro Partido, sin el apoyo total e incondicional que le presta toda la masa de la clase obrera, es decir, todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir tras de sí o de atraer a las capas atrasadas. La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada por su derrocamiento (aunque no sea más que en un país) y cuya potencia consiste no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de los vínculos internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Porque, por desgracia, queda todavía en el mundo mucha, muchísima pequeña producción, y la pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa. Por todos estos motivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una guerra prolongada, tenaz, desesperada, a muerte; una guerra que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única”. (Lenin, El izquierdismo…)
El partido en la reacción
Sin embargo, en su texto “Bolchevismo y stalinismo”, cuando Trotsky hace el balance de la burocratización de la URSS, nos explica desde el materialismo dialéctico, la relación entre los factores objetivos y subjetivos, vistos a escala internacional: “El bolchevismo se consideraba como uno de los factores históricos, su factor “consciente”, factor muy importante pero no decisivo. Nunca hemos pecado de subjetivismo histórico.
Veíamos el factor decisivo, – sobre la base dada por las fuerzas productivas -, en la lucha de clases, no sólo en escala nacional sino también internacional.” “…el partido no es el único factor de la evolución y, en una gran escala histórica, no es un factor decisivo”.
Y ubicando los “errores del bolchevismo” en ese marco, escribió:
“En cuanto a la supresión de los demás partidos soviéticos, no deriva de ninguna “teoría” bolchevique, sino que fue una medida de defensa de la dictadura en un país atrasado, agotado y rodeado de enemigos. Los mismos bolcheviques comprendieron desde un comienzo, que esta medida, completada con la supresión de las fracciones en el interior del mismo partido dirigente, encerraba un grave peligro. Sin embargo, la fuente del peligro no estaba en la doctrina o en la táctica, sino en la debilidad material de la dictadura, en las dificultades de la situación interior y exterior.
Si la revolución hubiera triunfado también en Alemania habría desaparecido la necesidad de prohibir a los otros partidos soviéticos. Es absolutamente indiscutible, que la dominación de un solo partido sirvió jurídicamente de punto de partida del régimen totalitario stalinista. Pero la causa de tal evolución no está en el bolchevismo, ni tampoco en la interdicción de los otros partidos, como medida militar temporaria, sino en la serie de derrotas que sufrió el proletariado de Europa y Asia”.
Por eso, al ser derrotada la revolución internacional en Alemania, el peso objetivo del retroceso de las masas fue determinante. El stalinismo se afirmó apoyado en ese retroceso. Y “el factor subjetivo” agrupado en la oposición de izquierda para combatir ese proceso reaccionario, resultó insuficiente.
Al contestar la pregunta ¿es el bolchevismo responsable del stalinismo?, Trotsky escribió:
“Ciertamente, después de haberse apoderado del aparato del Estado, el partido tiene la posibilidad de influenciar con una fuerza sin precedentes, en el desarrollo de la sociedad, pero en cambio es sometido a una acción múltiple por parte de todos los otros elementos de esta sociedad. Puede ser arrojado del poder por los golpes directos de las fuerzas hostiles. Con el ritmo más lento de la evolución puede degenerar interiormente, aunque se mantenga en el poder. Es precisamente esta dialéctica del proceso histórico, la que no comprenden los razonadores sectarios que tratan de encontrar un argumento definitivo contra el bolchevismo, en la putrefacción de la burocracia stalinista. En el fondo esos señores dicen: “un Partido revolucionario es malo cuando no lleva en sí mismo garantías contra su degeneración.
Enfocado con un criterio semejante, el bolchevismo está evidentemente condenado: no posee ningún talismán. Pero ese mismo criterio es falso. El pensamiento científico exige un análisis concreto: ¿Cómo y por qué el partido se ha descompuesto?, hasta ahora nadie ha hecho este análisis fuera de los bolcheviques. No por eso han tenido necesidad de romper con el bolchevismo. Por el contrario, es en el arsenal del bolchevismo donde han encontrado todo lo necesario para explicar su destino. La conclusión a la cual llegamos es la siguiente: evidentemente el stalinismo ha “surgido” del bolchevismo; pero no surgió de una manera lógica, sino dialéctica; no como su afirmación revolucionaria, sino como su negación termidoriana. Que no es una misma cosa.” (LT, Bolchevismo y stalinismo)
Las enseñanzas del marxismo se condensaron en el bolchevismo leninista y su continuidad es el trotskismo hasta la fundación de la IV Internacional
“La experiencia del stalinismo no modifica en nada la enseñanza del marxismo, sino que lo confirma, por el método inverso. Una doctrina revolucionaria que enseña al proletariado a orientarse correctamente en una situación determinada y a utilizarla activamente, no encierra en sí, -hay que entenderlo bien-, la garantía automática de la victoria. Pero, por el contrario, la victoria no es posible sino gracias a esa doctrina. Además, es imposible representarse esta victoria en forma de un acto único. Es necesario considerar el asunto teniendo en perspectiva una extensa época. El primer estado obrero, descansando sobre una base económica poco desarrollada – rodeado de un anillo imperialista – se ha transformado en gendarme del stalinismo. Pero el verdadero bolchevismo ha declarado una guerra sin tregua a ese gendarme. Para mantenerse, el stalinismo está obligado a llevar ahora abiertamente una “guerra civil” contra el bolchevismo calificado de “trotskismo”, no solamente en la URSS, sino también en España. El viejo partido bolchevique está muerto, pero el bolchevismo por todas partes levanta la cabeza”. (LT, Bolchevismo y stalinismo)
Como dijimos al principio de este artículo, la situación del capitalismo mundial atraviesa por una crisis sin salida, desde el punto de vista económico, y de la misma manera que este tipo de crisis llevó a la segunda guerra, ahora nos lleva a la tercera guerra mundial. No se trata de un gobierno o de otro. No se trata de Trump, Putin o Xi Jimping. Se trata de que el mercado mundial se ha hecho demasiado estrecho para el ascenso de una nueva potencia imperialista. China le disputa a EEUU su existencia como poder imperialista hegemónico. Los yankis no van a ceder la hegemonía sin guerra. El capitalismo mundial agoniza destruyendo también la naturaleza, provocando catástrofes ambientales crecientes, y no se pueden descartar nuevas pandemias como la del 19/20. Pero desgraciadamente, actualmente el bolchevismo no está levantando la cabeza en todas partes.
Los que cuestionan la revolución bolchevique, ¿qué otra linea proponen? Los stalinistas y nacionalistas burgueses plantean que el ejemplo a seguir es China. ¿Nos quieren convencer de que es posible una vía imperialista al socialismo? Están los socialdemócratas de izquierda, que crean una “internacional progresista” para mantener a las alas radicalizadas que surgen en la vanguardia dentro del regimen burgués. Ya hemos visto hasta adonde pueden llegar en EEUU, con los demócratas socialistas (DSA) que apoyaron a Bernie Sanders quien a su vez apoyó al partido demócrata de “genocide” Joe; En España con Podemos, que terminó aliado de gobierno del PSOE; a Jeremy Corbyn en UK dentro del Partido Laborista, etc.
También están los que -como el PTS- reivindican al bolchevismo y al trotskismo de palabra pero que, en los hechos, en la política práctica actúan como modernos kautskistas que creen posible llegar al poder por la vía de las consignas radicales de izquierda como la Asamblea Constituyente.
Desde el punto de vista de la lucha de clases vemos grandes movimientos de masas trabajadoras y alzamientos revolucionarios, con un enorme despliegue de combatividad aun a costa siempre de una cantidad de muertos por la sangrienta represión del aparato estatal burgués. Para nombrar solamente algunos de los últimos años: Chile, Ecuador; Colombia; Perú, Myanmar, Sri Lanka, Indonesia, Nepal, Marruecos, Madagascar. También hubo grandes manifestaciones en varios países europeos (Italia, Francia, España, etc.) y en Australia en apoyo al pueblo palestino. Pero en todos los casos vemos cómo actúan los dirigentes nacionalistas burgueses o reformistas, salvándole la vida al regimen burgués, canalizando la movilización revolucionaria hacia la vía electoral. Pero también las organizaciones centristas que se reivindican trotskistas, aunque solo tienen una incidencia en sectores minoritarios de vanguardia, levantan una política impotente, que no sirve para llegar a la toma del poder. Los grupos que -aun con todas nuestras diferencias- reivindicamos la estrategia trotskista de la revolución permanente, somos pocos y muy pequeños.
Visto así el panorama parece sombrío. Pero la historia no terminó. La lucha de clases sigue fluyendo, partiendo viejas organizaciones y forjando otras nuevas. La construcción del partido revolucionario dará saltos cuando en el marco del ascenso de la lucha de clases podamos empalmar con nuevas camadas de vanguardia y rupturas del centrismo que evolucionen hacia posiciones revolucionarias. La tarea actual es prepararnos, preparar los cuadros para que puedan incidir en ese marco en situaciones revolucionarias. Tanto con Trotsky como con Marx seguimos pensando que, a escala histórica, la revolución y el socialismo no solo son posibles sino inevitables:
“Para Marx, el problema de reconstruir la sociedad no surge de prescripción alguna motivada por sus predilecciones personales; es una consecuencia –como una necesidad histórica rigurosa- de la potente madurez de las fuerzas productivas, por un lado; de la ulterior imposibilidad de fomentar esas fuerzas a merced de la ley del valor por otro lado. Las lucubraciones de ciertos intelectuales sobre el tema de que, prescindiendo de la teoría de Marx, el socialismo no es inevitable sino únicamente posible, están desprovistas de todo contenido. Evidentemente, Marx no quiso decir que el socialismo vendría sin la voluntad y la acción del hombre: semejante idea es sencillamente un absurdo. Marx previó que la socialización de los medios de producción sería la única solución del colapso económico en el que debe culminar, inevitablemente, el desarrollo del capitalismo, colapso que tenemos ante nuestros ojos. Las fuerzas productivas necesitan un nuevo organizador y un nuevo amo, y dado que la existencia determina la conciencia, Marx no dudó de que la clase trabajadora, a costa de errores y derrotas, llegaría a comprender la verdadera situación y, más pronto o más tarde, extraería las necesarias conclusiones prácticas”. (Trotsky, El pensamiento vivo de Marx).
Antonio Bórmida, 12/10/25
